La bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias biológicas respecto a los valores y principios morales. En 1970, el oncólogo norteamericano V.R.Potter, estableció por vez primera el término bioética con la intención de dar a entender una forma de acción para la sobrevida y, simultáneamente para un mejor vivir en un medio natural desarrollado gracias al progreso.
Como es de suponer, este término ha sido objeto de múltiples definiciones de entonces acá, existiendo en la actualidad múltiples controversias acerca de una cabal significación del mismo. En el contexto de las ciencias biológicas, la bioética resulta muy similar al cuestionamiento moral que surgió después de la segunda guerra mundial ante la perspectiva de las potentes y terribles armas nucleares, capaces de destruir la humanidad, en cuanto a los límites que la sociedad debía, en definitiva imponer al desarrollo de la ciencia en su proyección tecnológica. Así mismo, el interés en este campo se ha intensificado considerablemente desde que se descifro el código genético humano y se plantearon nuevas posibilidades y surgieron nuevas perspectivas de manipulación científica de la naturaleza. Dentro del vasto campo de la bioética caben cuestiones tan diversas como la liberación en el medio ambiente de compuestos basados en la tecnología del ADN recombinante, las ciencias biomédicas y la guerra, las investigaciones sobre y con niños, la ética sexual, el suicidio, la política del control obligatorio de la natalidad y la deshumanización e institucionalización de la atención.
La Bioética no se la debe limitar solamente al ejercicio de la medicina, de su práctica en el contexto más amplio, sino ésta debe pretender encontrar todas aquellas vías que expliquen la relación más acabada y completa existente entre el ser humano y las denominadas ciencias de la salud. La Bioética toma y considera al ser humano en su relación estrecha con sus factores ambientales, como naturaleza, cultura, religión, política y sociedad, entre otros. Su campo es mucho más amplio y, sobre todo más interdisciplinario que el de la ética biomédica, la cual se circunscribe más a los temas relacionados con los pacientes y el personal de la salud que los atiende. El avance tecnológico y científico de nuestros tiempos, sin lugar a dudas, le ha proporcionado al ser humano la posibilidad de intervenir sobre otros seres y sobre su medio, lo cual ha producido modificaciones esenciales, profundas y de un efecto aún no conocido hasta el presente en el campo científico y en el momento actual, de gran expansión tecnológica, no se puede preveer cuáles serán los limites de esas modificaciones; de aquí, que desde la introducción de la tecnología en la asistencia médica, en sentido general, se haya determinado el surgimiento de numerosos problemas jurídicos, éticos, morales y sociales que estimularon, en su momento, la creación de Comités de Etica interdisciplinarios encargados de introducir y hacer cumplir principios de moderación y de prudencia en indicaciones éticas, en lugar de las morales juzgadas anticuadas; es decir, se convirtieron en motores impulsores del desarrollo, indetenible, de la bioética. En el surgimiento y desarrollo de la bioética están presentes, vigentes y palpitantes todas aquellas cuestiones que son tan graves como para que intervengan en la definición y duración de la vida de los individuos y las sociedades, como sucede con frecuencia en medicina; entonces, más que nunca antes es preciso aguzar la racionalidad al máximo y dedicar todo el tiempo necesario a los problemas de fundamentación.
El Comercio Justo es movimiento internacional que lucha por la justicia global a través de la comercialización de productos elaborados en condiciones justas, la movilización social y la incidencia política. La definición de comercio justo consensuada internacionalmente es: “El Comercio Justo es un sistema comercial basado en el diálogo, la transparencia y el respeto, que busca una mayor equidad en el comercio internacional prestando especial atención a criterios sociales y medioambientales. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de productores/as y trabajadores/as desfavorecidos, especialmente en el Sur”. (Organización Mundial del Comercio Justo, WFTO)
El Comercio Justo denuncia los orígenes de la pobreza y desigualdad, desarrollando un sistema comercial alternativo al convencional, en el que los derechos de los pueblos y del medioambiente están en el centro de la actividad económica. Se basa en diez principios consensuados internacionalmente que garantizan un trato justo hacia las organizaciones productoras y en el que se respetan los Derechos Humanos de los trabajadores y trabajadoras, y el medio ambiente. Actualmente en la red de Comercio Justo existen más de 3000 organizaciones productoras en África, Asia y América Latina, que agrupan a más de 2 millones de personas productoras y trabajadoras. Su producción es distribuida a las tiendas y puntos de venta finales a través de las más de 500 organizaciones importadoras. Éstas establecen los precios de común acuerdo con las organizaciones productoras, les facilitan prefinanciación y les asesoran para mejorar su comercialización. Asimismo, en todo el mundo hay más de 4000 tiendas especializadas en Comercio Justo.
La Organización Mundial del Comercio Justo establece 10 criterios que deben ser cumplidos por las organizaciones que trabajan en Comercio Justo: 1. Creación de oportunidades para productores con desventajas económicas. La finalidad es la reducción de la pobreza a través del comercio. El objetivo principal es que los trabajadores y trabajadoras de pequeñas organizaciones (empresas familiares, asociaciones o cooperativas) sean autosuficientes y cuenten con una seguridad en los ingresos. 2. Transparencia y responsabilidad. Todas las organizaciones de Comercio Justo deben ser transparentes en su gestión y en sus relaciones comerciales. Deben favorecer la participación de sus miembros, trabajadores y trabajadoras en la toma de decisiones. 3. Prácticas comerciales justas. En todas las negociaciones se busca el bienestar de los y las productores y no maximizar las ganancias a su costa. Además, se cumplen los compromisos establecidos, se realiza un pago por adelantado a la organización productora y se recompensa el trabajo realizado en caso de anulación del pedido por causas ajenas. Entre las organizaciones productoras y distribuidoras se establecen relaciones comerciales a largo plazo basadas en el respeto y la confianza. Asimismo, se evita la competencia desleal y se promueve y protege la identidad cultural. 4. Pago de un precio justo. Un precio justo es aquel que ha sido establecido de mutuo acuerdo, que proporciona una retribución socialmente aceptable y que los productores y productoras entienden como justa. Debe ser un precio que pueda ser sostenido por el mercado. Además, se apoya a los productores y productoras en el desarrollo de sus capacidades de negociación. 5. Asegurar ausencia de trabajo infantil y trabajo forzoso. Todas las organizaciones deben adherirse a la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y a su legislación nacional sobre el empleo infantil. Además, se garantiza que no se dan condiciones de trabajo forzoso. Cualquier participación de niños o niñas en la producción será comunicada y valorada, y en ningún caso afectará al bienestar del menor, a su seguridad, a su educación o a su necesidad de jugar. 6. Compromiso con la no discriminación, equidad de género y libertad de asociación (sindical). No se discrimina en la contratación, remuneración o cualquier otro aspecto por razones de género, raza, religión, origen, afiliación política o sindical, o razones de discapacidad o salud. Se garantiza la igualdad salarial para hombres y mujeres, así como la igualdad de oportunidades para el desarrollo de sus capacidades. Se fomenta la presencia de mujeres en órganos de dirección. Se respeta el derecho de los trabajadores a formar asociaciones o vincularse a sindicatos y a negociar colectivamente. Si este derecho está restringido legalmente en un país, la organización asegurará medios de asociación independiente y libre. 7. Asegurar buenas condiciones de trabajo. Se proporciona un lugar de trabajo seguro y saludable para los trabajadores y trabajadoras. Las horas de trabajo y condiciones laborales cumplen con lo establecido en la legislación nacional y en los convenios de la OIT. Además, de manera permanente se busca crear conciencia sobre la importancia de la seguridad y la salud en el trabajo. 8. Facilitar el desarrollo de capacidades. Se realizan actividades específicas para favorecer que los productores y productoras desarrollen sus habilidades de gestión y su capacidad de producción y de acceso a los mercados. 9. Promoción del Comercio Justo. Todas las organizaciones difunden el Comercio Justo y crean conciencia sobre la necesidad de una mayor justicia comercial a nivel global. Ofrecen a sus clientes información sobre su propia organización, sus productos y las organizaciones productoras con quienes trabaja. En todo momento se utilizan técnicas honestas de publicidad y marketing. 10. Respeto por el medio ambiente. Se prioriza el uso de materias primas producidas de manera sostenible. Se utilizan técnicas de producción que buscan reducir el consumo de energía y, en lo posible, recurrir a energías renovables que minimicen las emisiones de gases de efecto invernadero. Se minimiza el impacto de sus residuos sobre el medio ambiente. En el caso de la agricultura, se recurre a plaguicidas o pesticidas orgánicos o de bajo uso. En los embalajes se utilizan, siempre que sea posible, materiales reciclados o fácilmente biodegradables. Los productos son enviados por mar, siempre que sea posible.
El consumo responsable es un concepto defendido por organizaciones medioambientales, sociales y políticas, que consideran que la humanidad debería cambiar sus hábitos de consumo, ajustándolos a sus necesidades reales y optando en el mercado por bienes y servicios que favorezcan la conservación del medio ambiente, la igualdad social y el bienestar de los trabajadores. Las decisiones más sencillas, las que tomamos todos los días, definen cómo se cuida o se perturba la naturaleza. Son decisiones simples, relacionadas con lo que comemos, la manera en que nos transportamos, compramos y producimos, qué hacemos con la basura, cómo utilizamos el agua, en qué invertimos nuestro esfuerzo, dinero y confianza. Esas mínimas decisiones, sumadas a las de millones de personas, son fundamentales porque definen el futuro del planeta. Nuestro dinero es una herramienta: cada peso que gastamos es parte de las inversiones millonarias que determinan cómo se hacen negocios, qué productos y servicios se ofrecen, incluso qué trato reciben los trabajadores. Cada uno de nuestros centavos es parte de la fuerza económica que mueve al país y al mundo. A nosotros nos toca decidir si nuestro dinero apoya formas de producción sana, social y ambientalmente responsables, o si apoyamos a quienes contaminan, engañan y abusan de su poder.
El reto que enfrentamos como ciudadanos es aprender a comprar y a elegir de acuerdo a nuestros valores. Nos toca preguntar, demandar, exigir, para que cada vez más empresas se comprometan a producir bienes y servicios que sean respetuosos del medio ambiente, de los trabajadores y de la sociedad en general. Porque como consumidores, último eslabón del sistema económico, tenemos una responsabilidad, pero también tenemos un poder. Con nuestra forma de consumir podemos influir en la marcha de la economía y del mundo de una forma directa. Y, por lo tanto, podemos premiar a las empresas que actúan de forma responsable y transparente y castigar a las “irresponsables”.
Un consumidor responsable:
- Regula su consumo a partir de valores humanos.
- Realiza sus compras de manera consciente (se pregunta de dónde viene y en dónde terminará lo que compra).
- Es equilibrado: se complace, pero al mismo tiempo sabe autolimitarse.
- Busca, al satisfacer sus propias necesidades, ser también solidario con los productores.
- Intenta que su consumo ayude a preservar los recursos naturales para el disfrute de las siguientes generaciones.
- Se da cuenta de que comprar es un acto político con sentido humano.
Un consumo consciente y responsable, orientado al fomento de actividades satisfactorias para la naturaleza y las personas, es una gran contribución y un decisivo instrumento de presión frente al mercado. Y una tendencia en alza, ya que, en el futuro, cada vez más los consumidores se preguntarán por el daño económico y social que causan al comprar determinados productos. Se preguntarán, por ejemplo, si la empresa textil a la que le están comprando una prenda podría estar contratando a miles de personas en talleres clandestinos, obligados a cumplir interminables jornadas de trabajo y en las más míseras condiciones, para ofrecernos productos a precio de mercado, pero con un mayor margen de beneficios para la empresa. En consecuencia, los consumidores exigirán cada vez más a las empresas una mayor transparencia en relación con sus actividades empresariales.
El concepto de Consumo Responsable podemos sintetizarlo en tres items: 1.- Un consumo ético, en el que se introduzcan los valores como una variante importante a la hora de consumir o de optar por un producto. Hacemos especial énfasis en la austeridad como un valor en relación con la reducción para un consumo ecoeficiente, pero también frente al crecimiento económico desenfrenado y al consumismo como forma de alcanzar el bienestar y la felicidad.
2.- Un consumo ecoeficiente, que incluye, por este orden, las famosas "erres" del movimiento ecologista: Reducir, Reutilizar y Reciclar, pero en el que también se incluyen elementos tan imprescindibles como las mejores prácticas y la gestión por subjetivos.
3.- Un consumo social o solidario, incorpora también la dimensión del Comercio Justo, es decir, el consumo en lo que se refiere a las relaciones sociales y condiciones laborales en las que se ha elaborado un producto o servicio. Se trata de pagar lo justo por el trabajo realizado, tanto a gente de otros países como a las más cercanas, en nuestro ámbito local; se trata de eliminar la discriminación, ya sea a causa del color de la piel o por diferente origen, o por razón de género o religión; se trata de potenciar alternativas sociales y de integración y de procurar un nuevo orden económico internacional.
('Reflexiones del teólogo y ecologista brasileño Leonardo Boff') La crisis de sustentabilidad de la vida a nivel mundial se agravó de tal forma, que nos obliga inmediatamente a tomar decisiones de cara a la acción. Pero no de cualquier manera. Lo cierto es que los plazos se tornan cada vez más cortos. Es como un avión en la pista de despegue, cuando alcanza el punto crítico de no retorno. O se levanta el vuelo y sigue su curso. O no consigue alzar el vuelo y se aplasta en las piedras.
Se presentan tres escenarios. El primer escenario, conservador, representa la tendencia actual de los años 90. El neoliberalismo globalizado muestra escasa sensibilidad por el drama mundial de los pobres. Es capaz de ser homicida y etnocida. Y puede revelar ahora su rostro de ecocida. El segundo escenario, reformista, se sitúa dentro de la matriz moderna, pero procura minimizar los efectos no deseados con la introducción de técnicas menos contaminantes y más equidad social. El tercer escenario liberador, representa la real alternativa. Implica un profundo cambio de nuestra civilización, en el caso de que queramos vivir colectivamente. La gravedad de la situación nos impide la timidez. Precisamos buscar nuevos caminos. Sin eso no hay salvación para la comunidad planetaria.
En segundo lugar, importa que caminemos en dirección de una democracia ecológico-social planetaria. La democracia puede y debe ser vivida en todas las instancias donde las personas se relacionan en la familia, en la escuela, en las asociaciones de la sociedad civil, en las iglesias y en la propia sociedad. En la democracia social deben realizarse las exigencias de una ecología social. La agresión que se hace al ser humano a causa de la explotación de su fuerza de trabajo y de las condiciones de Vida a la que está sometido representa una agresión a la naturaleza. El ser de la creación al que menos se le hace justicia. No son ballenas, o el oso panda de China, sino pobres del mundo, condenados a morir antes de tiempo, o los pueblos en extinción, como los caiapós y los yanomanis del Brasil, entre otros. De allí la razón impostergable de la opción por los pobres. En una perspectiva de la ecología social, esta opción incluye también una opción por las especies más amenazadas de exterminio (solamente en la Amazonia están amenazadas 50.000 especies hasta el final del milenio). En esta democracia ecológico-social, ciudadanos no son solamente los humanos, sino todos los seres que componen el mundo humano-social. La democracia se abre entonces hacia una biocracia, hacia una cosmocracia. Por lo tanto, todos los seres de la naturaleza son ciudadanos sujetos de derechos, de respeto y veneración. De ello deriva una exigencia política de una educación ecológica, que inicie a los seres humanos a convivir con sus hermanos y hermanas cósmicos en una misma sociedad. El día en que prevalezca esta democracia ecológico-social planetaria se habrán creado las condiciones para la alianza de fraternidad con la naturaleza.
En tercer lugar, se debe redefinir el sentido de la política y la economía. Política, tiene que ver con la convivencia humana, la búsqueda y la realización del bien común. El bien común hoy, no es sólo humano. Es bien común de toda la naturaleza. Incluye el derecho al futuro que todos los seres deben tener. Más que una técnica del poder, es un arte sinergética de crear continuamente convergencias en la diversidad, el arte de hacer posible lo imposible. Es la práctica amorosa de la creación de las condiciones de vida y dignidad para todos los seres.
La economía debe ser una economía ecológica. ¿Cómo podría ir bien la economía, si la Tierra va mal?
El propósito de la economía ecológica es la de hacer sintonizar la economía de la Tierra con la economía de los seres humanos, apuntando a la sustentabilidad y a la calidad de vida mundial, de las personas y de los demás seres de la naturaleza; eso significa realizar justicia para la generación presente y también a la futura, porque va a heredar una sociedad y una naturaleza sustentable. Lo que decimos de la economía ecológica debe ser dicho de la ecoagricultura. El objetivo de ella no es sacar el máximo provecho humano de las potencialidades que el ecosistema presenta. El objetivo es crear más vida, más fertilidad en el suelo y más sustentabilidad del ambiente. Nada más antiecológico y antinatural, que la monocultura.
El informe de la Comisión Brundtland de 1987, titulado “Nuestro Destino en Común”, acuñó el término y definió que el desarrollo del presente no debe limitar las posibilidades de desarrollo de las generaciones futuras. Cinco años más tarde, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo que adoptó la Declaración de Río, formula que los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible y tienen derecho a una vida saludable en armonía con la naturaleza. Desde entonces, se ha producido un avance considerable en el proceso de reflexión sobre el modelo de desarrollo de la sociedad actual y el dilema que se plantea entre el legítimo deseo de las generaciones presentes de mejorar globalmente su nivel de vida y el derecho de las generaciones futuras a gozar de una calidad de vida similar y a disponer, por lo tanto, de los recursos que puedan garantizarla. La sostenibilidad es un proceso dinámico que pretende equilibrar las dimensiones económica, social y ambiental del desarrollo. Estas tres dimensiones pueden formularse en términos de objetivos como crecimiento económico, progreso social y uso racional de los recursos.
Como adjetivo, la palabra sostenible fue admitida en la edición 2007 del Diccionario de la Real Academia Española y con una acepción, por cierto, muy expresiva: “Proceso que se puede mantener por sí mismo, como lo hace, por ejemplo, un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes”.
En todos los casos, cuando nos referimos a un desarrollo sostenible estamos planteando la necesidad de que este desarrollo cubra de forma adecuada las necesidades humanas, pero sin transgredir los límites ecológicos del planeta y que tenga en cuenta las necesidades del presente, sin comprometer las posibilidades de las generaciones futuras para cubrir sus propias necesidades ni incrementar las desigualdades sociales.
La elección de un modelo de desarrollo que tome en consideración que las generaciones futuras también tienen derecho a disfrutar de los bienes de la tierra y de la cultura, presenta dos enfoques: El enfoque considerado “oficialista”, que sostienen la mayoría de los organismos internacionales, afirma que tan sólo es posible equilibrar los desniveles del desarrollo entre países ricos y pobres incrementando la producción. También postula que la ciencia y la técnica tienen la capacidad de solucionar “todos” los efectos externos del crecimiento económico (alimentación contaminación, energía, guerras, desigualdades, etc.). Se considera que estos son efectos no deseables pero inevitables del modelo de libre mercado.
El otro enfoque, que podría ser llamado “crítico”, plantea que en realidad los problemas se derivan del modelo de desarrollo y, por lo tanto, el origen estaría en las bases estructurales del mismo modelo: productivismo, competencia económica que se regula de forma natural y la fe en la alianza entre tecnología, ciencia y economía. Por lo que debería cuestionarse todo el modelo de desarrollo, o mejor dicho de crecimiento. Desde este enfoque crítico, humanista y ecológico, se considera que el conocimiento científico y técnico es imprescindible en la búsqueda de soluciones, aunque a la vista de los resultados hay que relativizar su capacidad, al tiempo que se piensa en buscar otras formas de regular las relaciones de un modo más humano, equitativo y sostenible.
Realmente es un reto definir y concretar un modelo de desarrollo que no suponga grandes regresiones para los países más avanzados y que permita el avance de los países menos desarrollados. En ello se trabaja desde la economía y se hacen aportes en diferentes sentidos. A partir de propuestas de la economía ecológica, de diferentes ONG y sencillamente del análisis de los problemas que se han ido generando en el modelo de desarrollo actual, se pueden perfilar algunas características generales de lo que podría ser este modelo de desarrollo humano, global y sostenible, que responda a un nuevo pacto social:
• Socialmente justo, por lo que hay que buscar soluciones a la marginación, a la pobreza y a la distribución desigual.
• Solidario con las futuras generaciones.
• Integral en cuanto debe considerar los diferentes ámbitos de desarrollo personal y social.
• Respetuoso y creativo en tanto que no debe destruir y debería potenciar las bases sobre las que descansa el desarrollo respetando la diversidad de alternativas.
• Económicamente viable en función de sus necesidades de recursos, energía y servicios.
• De aplicación universal por lo que debe prever y establecer mecanismos de cooperación internacional.
• Pacifista puesto que no debe utilizar el conflicto bélico para resolver las tensiones internas ni como pilar del desarrollo. Debe buscar mecanismos democráticos, el dialogo y el consenso.
En la Cumbre de la Tierra de 1992 que se celebró en Río de Janeiro, el filántropo y empresario suizo Stephan Schmidheiny (quien esa ocasión oficiaba como consejero del Secretario General) convocó a cincuenta líderes empresariales de todo el mundo para conformar el Business Council for Sustainable Development con el propósito de determinar qué podía hacer el empresariado para avanzar en el camino del desarrollo sostenible. En esta tarea, descubrieron que la eficiencia era un común denominador del crecimiento económico y la protección de los recursos naturales, lo que motivó que entre otras cosas acuñaran el término “eco-eficiencia”, creado por el ingeniero suizo Frank Bosshardt, que fue plasmado en el libro “Cambiando el rumbo”.
La eco-eficiencia tiene que ver con lo ecológica y económicamente eficiente. Ya no se puede hablar más de eficiencia solo en términos económicos, sino que hay que hablar también de eficiencia en términos ecológicos, lo que implica abordar la conservación y la gestión de los bienes sociales, que son aquellos recursos naturales que en otros tiempos creíamos infinitos y que por su alto nivel de escasez hoy son considerados bienes sociales, a los que todos los seres humanos tenemos el derecho de acceder de forma equitativa. Eco-eficiencia significa, básicamente, agregar más valor a un bien o servicio, utilizando menos recursos naturales y produciendo menos desperdicio y contaminación. El prefijo “eco” hace referencia tanto a la economía como a la ecología.
A diferencia de lo que pudiera pensarse, las empresas no necesitan hacer un lado sus actuales prácticas y procesos de producción para convertirse en empresas eco-eficientes; por el contrario, la eco-eficiencia motiva una innovación empresarial para adaptar y readecuar los sistemas productivos existentes a las necesidades del mercado y del medio ambiente, y de esa forma consolidar niveles más altos de desarrollo económico, social y ambiental. La implementación de un programa efectivo de eco-eficiencia tiene como resultado la consecución conjunta de la excelencia empresarial y la excelencia ambiental. Durante la última década, muchas compañías han tenido ganancias muy importantes al mismo tiempo que redujeron sus desechos y la contaminación ambiental; esto prueba que elevar los estándares ambientales no tiene por qué reducir las ganancias. Sin embargo, y a pesar de que en tal sentido el progreso ha sido importante, en un mundo donde la población y el consumo se encuentran en constante crecimiento, nuestros esfuerzos deben redoblarse.
La agricultura ecológica, o sus sinónimos orgánica o biológica, es un sistema para cultivar una explotación agrícola autónoma basada en la utilización óptima de los recursos naturales, sin emplear productos químicos de síntesis, u organismos genéticamente modificados (OGMs) -ni para abono ni para combatir las plagas-, logrando de esta forma obtener alimentos orgánicos a la vez que se conserva la fertilidad de la tierra y se respeta el medio ambiente. Todo ello de manera sostenible y equilibrada. Los principales objetivos de la agricultura organica son la obtención de alimentos saludables, de mayor calidad nutritiva, sin la presencia de sustancias de síntesis química y obtenidos mediante procedimientos sustentables. Este tipo de agricultura es un sistema global de gestión de la producción, que incrementa y realza la salud de los agrosistemas, inclusive la diversidad biológica, los ciclos biológicos y la actividad biológica del suelo. Esto se consigue aplicando, siempre que sea posible, métodos agronómicos, biológicos y mecánicos, en contraposición a la utilización de materiales sintéticos para desempeñar cualquier función específica del sistema. Esta forma de producción, además de contemplar el aspecto ecológico, incluye en su filosofía el mejoramiento de las condiciones de vida de sus practicantes, de tal forma que su objetivo se apega a lograr la sustentabilidad integral del sistema de producción agrícola o sea, constituirse como un agrosistema social, ecológico y económicamente sustentable. La agricultura biodinámica, la permacultura, la agricultura natural, la agricultura indígena, la agricultura familiar, la agricultura campesina, son tipos de agricultura natural que buscan el equilibrio con el ecosistema, son sistemas agrícolas sostenibles que se han mantenido a lo largo del tiempo en distintas regiones del mundo buscando satisfacer la demanda de alimento natural y nutritivo a las personas y los animales, de manera que el agroecosistema mantenga el equilibrio.
Uno de los cultivos más usado por su practicidad es el empleo de bancales. Este sistema es básico de la agricultura biodinámica, establecida por Rudolf Steiner en 1924. En este modo se hacen divisiones en el terreno de 1 m aprox de ancho y el largo que deseemos. Al no dejar más de 1 m de ancho tiene la ventaja de que podemos trabajar el bancal sin tener que pisarlo, y así no apelmazamos la tierra de cultivo. Es conveniente por tanto dejar entre bancal y bancal un paso adecuado. Han de estar en función de la adaptación al medio, su resistencia/tolerancia a las plagas y enfermedades y de su rentabilidad económica. En la medida de lo posible se ha de mantener una diversidad biológica, alternando o mezclando variedades distintas.La biodiversidad viene dada por la integración de componentes a distintos niveles:-Edáfico ( lombrices, bacterias beneficiosas, hongos, nódulos de rhizobium) -Especies silvestres (un 30% de plantas adventicias )-Rotación de cultivos. Esta biodiversidad dentro del ecosistema agrario proporciona estabilidad, resistencia y sostenibilidad frente a sequías, plagas,etc.
En la agricultura ecológica no se pretende nutrir directamente la planta, sino estimular el conjunto, es decir el suelo y la planta, manteniendo o mejorando la fertilidad del suelo «favoreciendo el complejo arcillo-húmico y el desarrollo de los microorganismos del suelo». La materia orgánica es la base de la fertilización, aunque también se pueden utilizar como fertilizantes el abonado en verde que consiste en cultivar y enterrar una planta, para que al descomponerse se convierta en abono, especialmente utilizando leguminosas, éstas enriquecen el suelo especialmente en nitrógeno gracias a bacterias que viven en sus raíces y que fijan el nitrógeno atmosférico, y que la planta al ser enterrada cede al suelo en forma de abono. Contrariamente a lo que se cree, mantener el suelo cubierto, ayuda a conservarlo mejorando el aprovechamiento del agua y los nutrientes. Se emplearán cubiertas vegetales vivas, acolchado, etc. Los abonos minerales que se pueden utilizar son los procedentes de fuentes naturales que hayan sido extraídos por procesos físicos.
La agroecología es una disciplina científica, un conjunto de prácticas y un movimiento social. Como ciencia, estudia cómo interactúan los diferentes componentes del agroecosistema. Como un conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que optimizan y estabilizan la producción de alimentos. Como movimiento social, persigue papeles multifuncionales para la agricultura, promueve la justicia social, nutre la identidad y la cultura, y refuerza la viabilidad económica de las zonas rurales. Los agricultores familiares son poseedores importantes del saber agroecológico y son, por lo tanto, actores clave para la implementación práctica de la agroecología, dado que esta disciplina es una manera de conectar los conocimientos tradicionales y científicos con el fin de producir alimentos de una manera más sostenible. Su objetivo es encontrar soluciones locales sin aplicar soluciones generales. Las soluciones agroecológicas son, a la vez, regionales y locales. Debido a estas características específicas, la agroecología también es más resistente a un clima cambiante.
La agroecología se basa a su vez en los tres pilares del desarrollo sostenible de manera que, con énfasis en el enfoque económico, social y ambiental sostenible, los países puedan aumentar su producción de alimentos y, al mismo tiempo, proteger el medio ambiente y promover la inclusión social. Esto hace que esta disciplina juegue también un papel muy importante para garantizar la seguridad alimentaria y la creación de un sistema agrícola más resistente para hacer frente a los desafíos del cambio climático. Para ello, combina los conocimientos tradicionales y científicos con el fin de ofrecer soluciones adaptables y específicas a cada contexto que garanticen no sólo seguridad alimentaria, sino también nutrición. Una de las principales características de la agroecología es que busca soluciones locales y vínculos con la economía y los mercados locales, y provee un mejor sustentamiento y una mejor calidad de vida para los agricultores. De esta manera, podría jugar un papel muy importante en la erradicación de la pobreza y del hambre. Como una solución local, en base a las necesidades locales, otra ventaja de la agroecología es que también tiene como objetivo la producción de alimentos más nutritivos y culturalmente apropiados y produce menos residuos de alimentos. La producción es diversificada, por lo que los agricultores producen una variedad de alimentos con diferentes nutrientes y esto asegura una dieta equilibrada.
El movimiento ecologista (algunas veces llamado el movimiento verde o ambientalista) es un variado movimiento político, social y global, que defiende la protección del medio ambiente para satisfacer una necesidad humana, incluyendo necesidades espirituales y sociales. En esos términos, los ecologistas hacen una crítica social más o menos implícita, proponiendo la necesidad de reformas legales y concienciación social tanto en gobiernos, como en empresas y colectivos sociales. El movimiento ecologista está unido con un compromiso para mantener la salud del ser humano en equilibrio con los ecosistemas naturales, se considera la Humanidad como una parte de la Naturaleza y no algo separada de ella.
La existencia de organizaciones ecologistas está estrechamente ligada al desarrollo de los sistemas democráticos y al progreso de las libertades civiles. El movimiento está representado por una amplia y variada gama de organizaciones no-gubernamentales, desde el nivel global hasta la escala local. Algunos cuentan con decenios de historia y disponen de importantes infraestructuras a nivel internacional; aunque la mayoría lo forman organizaciones locales de carácter más o menos espontáneo. Está relacionado con la ecología política. Se entiende que el ecologismo es una postura que postula que es necesario hacer modificaciones significativas en las políticas ambientales de todos los estados del mundo. Hay quienes proponen un cambio radical en el sistema de Estado y se niega la necesidad de más desarrollo en el sentido convencional o capitalista, mientras otros sólo proponen un cambio en la política ambiental, y otros un cambio profundo en la forma de las relaciones sociales y ambientales de producción. Posiblemente esta política nace en el momento en que se hace patente el deterioro del medio ambiente a causa de los experimentos o el desconocimiento de la actividad humana. En el informe Los límites del crecimiento derivado del club de Roma de los Estados Unidos, nace la inquietud y surgen multitud de grupos políticos ambientalistas o ecologistas en ese país. Es importante notar que la ecología política y el ecologismo no siempre son partidarios de un ecocentrismo absoluto.
Un análisis del ciclo de vida (también conocido como LCA o análisis "de la cuna a la tumba" o ecobalance) es una técnica para evaluar cada uno de los impactos asociados con el proceso "de la cuna a la tumba" de un producto. Desde los materiales puros y a través del procesamiento, manufactura, distribución, uso, reparación, mantenimiento, desechado o reciclaje). El LCA puede ayudar a evitar tener un enfoque estrecho sobre los asuntos ambientales, sociales y económicos que se combinan en la creación y uso de un producto.
El LCA se alcanza: - compilando un inventario de energía y materiales y liberación ambiental; - evaluando el impacto potencial asociado con la identificación de inputs y liberaciones; - interpretando los resultados para ayudar a tomar una decisión informada.
La arquitectura sustentable, también denominada arquitectura sostenible, arquitectura verde, eco-arquitectura y arquitectura ambientalmente consciente, es un modo de concebir el diseño arquitectónico de manera sostenible, buscando aprovechar los recursos naturales de tal modo que minimicen el impacto ambiental de los edificios sobre el medio ambiente y sus habitantes. Los principios de la arquitectura sostenible incluyen: la consideración de las condiciones climáticas, la hidrografía y los ecosistemas del entorno en que se construyen los edificios, para obtener el máximo rendimiento con el menor impacto. la eficacia y moderación en el uso de materiales de construcción, primando los de bajo contenido energético frente a los de alto contenido energético la reducción del consumo de energía para calefacción, refrigeración, iluminación y otros equipamientos, cubriendo el resto de la demanda con fuentes de energía renovables la minimización del balance energético global de la edificación, abarcando las fases de diseño, construcción, utilización y final de su vida útil. el cumplimiento de los requisitos de confort higrotérmico, salubridad, iluminación y habitabilidad de las edificaciones.
La arquitectura genera un gran impacto social en la población y son necesarios buenos ejemplos en cada comunidad local para mostrar a la sociedad los caminos a seguir. En cada cultura en el tiempo surgieron nuevos tipos edificatorios pero sólo algunos se convirtieron en modelos para ser repetidos por la sociedad. En el campo experimental los primeros desarrollos sistemáticos se aglutinaron en lo que se dio en denominar "Lista de edificios solares pioneros" que muestra una producción continua por parte del mundo académico desde 1939 cuando se construyera en Míchigan la Casa solar MIT #1 por parte de H.C. Hottel del Masachusset Institute of Technologies - MIT. Mientras en los Estados Unidos son usuales las casas de construcción liviana (10 a 150 kg/m²), en América del Sur son mayoritariamente de construcción pesada (>150 kg/m²). Los materiales y modos de construcción son diferentes probablemente por la cultura que trajo cada tipo edificatorio. Dado que los cambios en las costumbres no son sencillos, se requieren de enormes esfuerzos para generar alternativas válidas que sean adoptadas por la sociedad. Aquí entran conceptos tales como cual es el costo inicial de un edificio, cual es el costo a lo largo de su vida útil(estimada en 30 a 50 años),13 la Vulnerabilidad de las edificaciones y el análisis de riesgo, ¿puede una familia o una sociedad pagar dichos costos? ¿Puede afrontarse el costo ambiental? Son todas preguntas que cada sociedad local debe responder y la dirigencia debe dar respuestas adecuadas y sustentables.
La atmósfera terrestre es la parte gaseosa de la Tierra que constituye la capa más externa y menos densa del planeta. Se constituye de varios gases que varían en cantidad según la presión a diversas alturas. Esta solución que compone la atmósfera recibe genéricamente el nombre de aire. El 75% de la atmósfera se encuentra en los primeros 11 km de altura desde la superficie planetaria. Los principales elementos que la componen son el oxígeno (21%) y el nitrógeno (78%). La atmósfera y la hidrosfera, constituyen el sistema de capas fluidas superficiales del planeta, cuyos movimientos están estrechamente relacionados. Las corrientes del aire reducen drásticamente las diferencias de temperatura entre el día y la noche, distribuyendo el calor por toda la atmósfera. Esta capa de gases protege la vida de la Tierra, absorbiendo gran parte de la radiación solar ultravioleta en la capa de ozono. Además, actua como escudo protector contra los meteoritos, los cuales se trituran en polvo a causa de la fricción que sufren al hacer contacto con el aire. Durante millones de años, la vida ha transformado una y otra vez la composición de la atmósfera. Por ejemplo; su considerable cantidad de oxígeno es posible gracias a las formas de vida -como son las plantas- que convierten el dióxido de carbono en oxígeno, el cual es respirable -a su vez- por las demás formas de vida, tales como los seres humanos y los animales en general.
La autorregulación se refiere a la capacidad de una entidad para regularse a sí misma, en base al control y monitoreo voluntario. Es decir, se regula el propio funcionamiento como un todo o en sus partes, según las variables escogidas para la medición. Este es un concepto sumamente amplio, aplicable a todos los campos, desde la biología y la psicología, hasta la economía, la política y la ecología. A nivel social, la autorregulación consiste en el control espontáneo o voluntario de una organización, y su propio monitoreo, lo que se opone a lo que se conoce como control estatal. Es un tema ampliamente debatido, pero lo que está claro es que para que exista la autorregulación deben existir los marcos que la incentiven, y que además la definan en sus alcances.
Respecto del tema medioambiental, la autorregulación se puede definir como la actitud positiva hacia la propia regulación ambiental por parte del agente contaminador, es decir: tomar conciencia de la importancia de adoptar procedimientos menos contaminantes en pos de un desarrollo sostenible, aumentando el umbral de restricciones ambientales. Para inducir a los agentes contaminadores, principalmente del sector industrial, los entes gubernamentales pueden utilizar ciertos instrumentos económicos -como es el caso de las tasas retributivas-, diferentes políticas de incentivos hacia ciertos procesos más limpios y, en general, políticas encaminadas a un desarrollo industrial con objetivos concretos para minimizar las emisiones y los desechos. Los instrumentos económicos, específicamente las tasas retributivas por contaminación, en esencia buscan crear conciencia entre las empresas contaminadoras de los recursos, al emitir señales de mercado que persuaden al contaminador a adoptar procesos industriales menos nocivos. Al contaminar menos, reduce por consiguiente sus costos de producción, aumentando la competitividad.
Un balance o informe de sostenibilidad puede definirse como el informe de carácter público que las compañías ofrecen a sus partes interesadas, tanto internas como externas, sobre su posición corporativa y sus actividades en las tres dimensiones de la sostenibilidad: económica, ambiental y social. En otras palabras, se trata del informe en el que se busca plasmar la contribución de la empresa al desarrollo sostenible.
Para las más de dos mil compañías de todo el mundo que ya elaboran balances, la justificación empresarial para informar sobre aspectos económicos, medioambientales y sociales se basa en la obtención, entre otros, de los siguientes beneficios:
1. Facilita la obtención de datos
La medición e información de las actuaciones tanto pasadas como futuras, de una organización constituye una herramienta de gestión esencial en la era de la información.
2. Mejora las relaciones con las partes interesadas
Las empresas le dan una importancia cada vez mayor a sus relaciones con partes externas, ya sean consumidores, inversores o agrupaciones sociales, ya que éstas constituyen un factor fundamental para su éxito empresarial. La transparencia y el diálogo abierto sobre actuación, prioridades y planes futuros de sostenibilidad ayudan a reforzar esas relaciones y a inspirar confianza.
3. Favorece la comunicación interna
La elaboración de balances de sostenibilidad es un instrumento para la vinculación de funciones habitualmente aisladas y diferenciadas de una corporación (finanzas, marketing, investigación y desarrollo) de un modo más estratégico.
4. Detecta riesgos futuros
La identificación de los puntos conflictivos (y las oportunidades no previstas) en las cadenas de suministro, en las comunidades, entre los organismos reguladores, así como en la reputación y en la gestión de la marca, es una de las principales ventajas de la elaboración de balances. Asimismo, estos ayudan a evaluar desarrollos potencialmente dañinos antes de que se pongan en marcha, evitando así sorpresas desagradables.
5. Mejora la imagen de la empresa
Los balances sirven también para resaltar las contribuciones sociales y medioambientales de las organizaciones y las “propuestas de sostenibilidad” de sus productos y servicios. Tales mediciones son fundamentales para mantener y reforzar la “licencia social para operar” que toda empresa necesita que la sociedad le otorgue.
Los biocombustibles se producen orgánicamente y a diferencia de los combustibles fósiles son una fuente de energía renovable. Los biocombustibles provienen de la biomasa: materia orgánica originada en un proceso biológico, espontáneo o provocado, utilizable como fuente de energía. Para la obtención de los biocombustibles se pueden utilizar especies de uso agrícola tales como el maíz o la mandioca, ricas en carbohidratos, o plantas oleaginosas como la soja, girasol y palmas. También se pueden emplear especies forestales como el eucalipto y los pinos. Al utilizar estos materiales se reduce el CO2 que es enviado a la atmosfera terrestre ya que estos materiales van absorbiendo el C02 a medida que se van desarrollando, mientras que emiten una cantidad similar que los combustibles convencionales en el momento de la combustión. En Europa y Estados Unidos ha surgido diversa normativa que exige a los provedores mezclar biocombustibles hasta un nivel determinado. Generalmente los biocombustibles se mezclan con otros combustibles en cantidades que varian del 5 al 10%
Según la naturaleza de la biomasa y el tipo de combustible deseado, se pueden utilizar diferentes métodos para obtener biocombustibles: procesos mecánicos (astillado, trituración, compactación), termoquímicos (combustión, pirolisis y gasificación), biotecnológicos (micro bacterianos o enzimáticos) y extractivos. Cada uno de estos procesos se inicia con la biomasa vegetal que se forma a partir del proceso de fotosíntesis, con el aporte de la energía solar que captan y transforman estos organismos. Proceso de obtención de Biocombustibles Técnicas Fermentación Digestión anaerobia Productos Etanol, Varios Biogas, CO2, CH4 Aplicaciones Transporte, Industria Química Calefacción, Electricidad Cada técnica depende del tipo de biomasa disponible. Si se trata de un material seco puede convertirse en calor directo mediante combustión, el cual producirá vapor para generar energía eléctrica. Si contiene agua, se puede realizar la digestión anaeróbica que lo convertirá en metano y otros gases, o fermentar para producir alcohol, o convertir en hidrocarburo por reducción química. Si se aplican métodos termoquímicos es posible extraer metanol, aceites, gases, etc. El método de la digestión por el cual se obtiene biogás es el más empleado.
Biodiversidad
La biodiversidad es la totalidad de los genes, las especies y los ecosistemas de una región. La riqueza actual de la vida de la Tierra es el producto de cientos de millones de años de evolución histórica. A lo largo del tiempo, surgieron culturas humanas que se adaptaron al entorno local, descubriendo, usando y modificando recursos bióticos locales. Muchos ámbitos que ahora parecen "naturales" llevan la marca de milenios de habitación humana, cultivo de plantas y recolección de recursos. La biodiversidad fue modelada, además, por la domesticación e hibridación de variedades locales de cultivos y animales de cría, y puede dividirse en tres categorías jerarquizadas: los genes, las especies, y los ecosistemas, que describen muy diferentes aspectos de los sistemas vivientes y que los científicos miden de diferentes maneras.
Diversidad Genética
Por diversidad genética se entiende la variación de los genes dentro de especies. Esto abarca poblaciones determinadas de las mismas especies (como los miles de variedades tradicionales de arroz de la India) o la variación genética de una población (que es muy elevada entre los rinocerontes de la India, por ejemplo, y muy escasa entre los chitas). Hasta hace poco, las medidas de la diversidad genética se aplicaban principalmente a las especies y poblaciones domesticadas conservadas en zoológicos o jardines botánicos, pero las técnicas se aplican cada vez más a las especies silvestres.
Biomasa, según el Diccionario de la Real Academia Española, tiene dos acepciones:
f. Biol. Materia total de los seres que viven en un lugar determinado, expresada en peso por unidad de área o de volumen.
f. Biol. Materia orgánica originada en un proceso biológico, espontáneo o provocado, utilizable como fuente de energía.
La primera acepción se utiliza habitualmente en Ecología. La segunda acepción, más restringida, se refiere a la biomasa 'útil' en términos energéticos: las plantas transforman la energía radiante del Sol en energía química a través de la fotosíntesis, y parte de esa energía química queda almacenada en forma de materia orgánica; la energía química de la biomasa puede recuperarse quemándola directamente o transformándola en combustible (ésta es la única acepción recogida en la wikipedia inglesa en junio de 2008). Un equívoco muy común es confundir 'materia orgánica' con 'materia viva', pero basta considerar un árbol, en el que la mayor parte de la masa está muerta, para deshacer el equívoco; de hecho, es precisamente la biomasa 'muerta' la que en el árbol resulta más útil en términos energéticos. Se trata de un debate importante en ecología, como muestra esta apreciación de Margalef (1980:12): Todo ecólogo empeñado en estimar la biomasa de un bosque se enfrenta, tarde o temprano, con un problema. ¿Deberá incluir también la madera, y quizás incluso la hojarasca y el mantillo? Una gran proporción de la madera no se puede calificar de materia viva, pero es importante como elemento de estructura y de transporte, y la materia orgánica del suelo es también un factor de estructura. Otro equívoco muy común es utilizar 'biomasa' como sinónimo de la energía útil que puede extraerse de ella, lo que genera bastante confusión debido a que la relación entre la energía útil y la biomasa es muy variable y depende de innumerables factores. Para empezar, la energía útil puede extraerse por combustión directa de biomasa (madera, excrementos animales, etc), pero también de la combustión de combustibles obtenidos de ella mediante transformaciones físicas o químicas (gas metano de los residuos orgánicos, por ejemplo), procesos en los que 'siempre' se pierde algo de la energía útil original. Además, la biomasa puede ser útil directamente como materia orgánica en forma de abono y tratamiento de suelos (por ejemplo, el uso de estiércol o de coberturas vegetales). Y por supuesto no puede olvidarse su utilidad más común: servir de alimento a muy diversos organismos, la humanidad incluida (véase 'cadena trófica'). La biomasa de la madera, residuos agrícolas y estiércol continúa siendo una fuente principal de energía y materia útiles en países poco industrializados. En la primera acepción, es la masa total de toda la materia que forma un organismo, una población o un ecosistema y tiende a mantenerse más o menos constante. Su medida es difícil en el caso de los ecosistemas. Por lo general, se da en unidades de masa por cada unidad de superficie. Es frecuente medir la materia seca (excluyendo el agua). En la pluviselva del Amazonas puede haber una biomasa de plantas de 1.100 toneladas por hectárea de tierra. En términos energéticos, se puede utilizar directamente, como es el caso de la leña, o indirectamente en forma de biocombustibles (biodiésel, bioalcohol, biogás, bloque sólido combustible). Pero al igual que no consideramos al vino como biomasa, debe evitarse denominar como biomasa a los biocombustibles (nótese que el etanol puede obtenerse del vino por destilación): 'biomasa' debe reservarse para denominar la materia prima empleada en la fabricación de biocombustibles. La biomasa podría proporcionar energías sustitutivas a los combustibles fósiles, gracias a biocombustibles líquidos (como el biodiésel o el bioetanol), gaseosos (gas metano) o sólidos (leña), pero todo depende de que no se emplee más biomasa que la producción neta del ecosistema explotado, de que no se incurra en otros consumos de combustibles en los procesos de transformación, y de que la utilidad energética sea la más oportuna frente a otros usos posibles (como abono y alimento, véase la discusión que para España plantea Carpintero, 2006).
La biomimesis (de bio, "vida", y mimesis, "imitar"), también conocida como biomimética o biomimetismo, es la ciencia que emula las mejores ideas de la naturaleza para resolver problemas humanos creando nuevas tecnologías. Para ello, estudia los modelos, sistemas, procesos y elementos presentes en la naturaleza para recrearlos o inspirarse en ellos y realizar nuevos proyectos de bajo impacto ambiental. Las áreas en las cuales se puede aplicar esta técnica tienen gran amplitud: van desde los negocios hasta la ecología pasando por el diseño y la construcción. Uno de los más asiduos practicantes de la biomímesis fue Leonardo DaVinci, quien a través de la observación de la anatomía de los pájaros descrita en su libro "Código del Vuelo de las Aves", construyó las famosas invenciones de máquinas voladoras. Pero hasta que algo no se nombra, es difuso y esta vertiente ha estado buscando un título desde hace tiempo. Antes del término actual, se registraron otros nombres en el Diccionario Websters. "Biomimética" en 1974 fue uno de ellos, y en 1960, se agregó "Biónica", pero éste último fue popularizado por la novela de Martin Caidin, "Cyborg", que posteriormente resultó en la serie televisiva "El Hombre Biónico" ("The Six Million Dollar Man"). El concepto fue entonces relacionado con partes artificiales del cuerpo humano y, por esta razón, se evitó el uso del término hasta que en 1982 finalmente se estableció como "Biomimesis". Del lago a la pared Con su nuevo nombre llegó también una pionera: la bióloga Janine Benyus, quien con su colega, la doctora Dayna Baumeister, fundó el Gremio de Biomimesis (Biomimicry Guild) en Montana en 1998. Con un enfoque biológico e investigativo, enseña a imitar los modelos naturales en el desarrollo de productos. En la construcción del Centro Eastgate en Zimbabue, por ejemplo, el arquitecto Mick Pearce estudió el flujo de aire dentro de una colonia de termitas pues, a pesar de que las temperaturas externas oscilan entre 1,5ºc y 40ºc, estos insectos logran controlar el clima interno. El edificio que se construyó se autorregula y ha logrado ahorrar US$3,5 millones. En 2005, Benyus creó el Instituto de Biomimesis (The Institute of Biomimicry, TIB), que en 2008 lanzó AskNature, una base de datos literaria-biológica de código abierto y similar a una red social, para que la gente registre lo que observa en la naturaleza y sugiera aplicaciones inspiradas en su indagación. En sus páginas se encuentra por ejemplo el caso de las hojas de loto que se mantienen limpias gracias a que su textura hace que las gotas de lluvia se aglomeren y arrastren las partículas que podrían contaminarlas. La observación se registró en AskNature, sugiriendo que se creara una pintura que se autolimpiara con la lluvia. Y se hizo. El modelado de ecolocalización de los murciélagos en la oscuridad, por su parte, ha llevado al diseño de un bastón para los discapacitados visuales. La investigación en la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, produjo el UltraCane, un producto fabricado, comercializado y vendido por Sound Foresight Ltd. Actualmente, campos emergentes de la ciencia, como la nanotecnología y la ingeniería biomédica, están utilizando métodos de síntesis novedosos en el intento de imitar la síntesis de autoensamblaje con altos rendimientos que la naturaleza ha desarrollado durante millones de años. La mejor profesora Para Benyus, la naturaleza es modelo, pero también una medida, pues 3,8 billones de años en la Tierra son prueba de un funcionamiento excelso. Además, la naturaleza es un mentor: no sólo está para extraer de ella, sino para aprender. "Cuando creamos un producto o construimos un edificio, es similar a un petirrojo haciendo un nido. Es una extensión de nuestros cuerpos y al mismo tiempo, está sujeta a la selección natural", comenta Benyus durante una charla sobre su libro: "Biomimesis: innovación inspirada por la naturaleza". "La cuestión real no es si el producto o comportamiento es natural, sino si está bien adaptado a la vida en la Tierra a largo plazo", agrega. Objetivos El objetivo de la biomimesis es mejorar la calidad de vida de la humanidad, basándose para eso en la sostenibilidad socioeconómica y en el hecho de que la naturaleza es el único modelo que perdura por millones de años. Otro fin importante es el compromiso ecológico que conlleva la biomimesis, de modo que la solución a los problemas ecológicos se encuentra en la optimización de la naturaleza, como por ejemplo, el modo de filtrar el aire, limpiar el agua y nutrir el suelo. Esto implicaría que los sistemas sociales humanos y económicos, al imitar las soluciones dadas por la naturaleza, se subordinarían al entorno y no al contrario. Como consecuencia de esta rama de la ciencia nacieron los denominados plásticos biodegradables. Los plásticos sintéticos, como el conocido polietileno, están formados por polímeros derivados de sustancias del petróleo y tardan unos 500 años en degradarse, por lo que no son susceptibles de asimilarse de nuevo en la naturaleza. En un tiempo en el que el petróleo es un recurso no renovable y casi agotado, y en el que tenemos consciencia de que los productos derivados son nocivos para el medio ambiente, nace la idea de un nuevo tipo de plástico, un nuevo material que es capaz de volver a la naturaleza a través de los procesos de biodegradación y compostaje sin emitir contaminantes.
Biotecnología La biotecnología es la tecnología basada en la biología, especialmente usada en agricultura, farmacia, ciencia de los alimentos, medioambiente y medicina. Se desarrolla en un enfoque multidisciplinario que involucra varias disciplinas y ciencias como biología, bioquímica, genética, virología, agronomía, ingeniería, física, química, medicina y veterinaria entre otras. Tiene gran repercusión en la farmacia, la medicina, la microbiología, la ciencia de los alimentos, la minería y la agricultura entre otros campos. Probablemente el primero que usó este término fue el ingeniero húngaro Karl Ereki, en 1919, quien la introdujo en su libro Biotecnología en la producción cárnica y láctea de una gran explotación agropecuaria.1 2 Según el Convenio sobre Diversidad Biológica de 1992, la biotecnología podría definirse como "toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos".3 4 El Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología del Convenio sobre la Diversidad Biológica5 define la biotecnología moderna como la aplicación de: Técnicas in vitro de ácido nucleico, incluidos el ácido desoxirribonucleico (ADN) recombinante y la inyección directa de ácido nucleico en células u orgánulos, o La fusión de células más allá de la familia taxonómica que superan las barreras fisiológicas naturales de la reproducción o de la recombinación y que no son técnicas utilizadas en la reproducción y selección tradicional. Tecnología verde La tecnología verde, ambiental o limpia es la aplicación de las ciencias del medio ambiente para conservar los ambientes y recursos naturales y reducir los impactos negativos del desarrollo humano. El desarrollo sustentable es el núcleo de las tecnologías verdes. Entre los temas a los que apuntan las tecnologías se cuentan: - reciclaje - purificación del agua - purificación del agua - tratamiento de los desechos cloacales - remediación ambiental - manejo de desechos sólidos - energía renovable - conservación de la energía.
Los Bonos de Impacto Social (BIS) son contratos de pago por resultados firmados entre una administración pública e inversores, que se utilizan para financiar una serie de intervenciones innovadoras dirigidas a solucionar un problema social concreto. Son un mecanismo de financiación y articulación público- privada, que se presenta como una novedosa y colaborativa manera de avanzar hacia mayores niveles de innovación, flexibilidad, impacto y transparencia en las políticas públicas, para dar respuestas efectivas a las problemáticas sociales. ¿Cómo operan los bonos de impacto social? Los Bonos de Impacto Social fueron creados en el año 2010 en el Reino Unido y funcionan de la siguiente forma: inversores privados financian la implementación de un programa social de una o varias organizaciones especializadas con el fin de generar ciertos resultados y el Gobierno se compromete a devolver la inversión más una tasa por el riesgo, sólo si se alcanzan los resultados. En caso de que la intervención falle, el financista privado (que ha asumido el riesgo) asume la pérdida de la inversión. Se trata de un instrumento que busca articular a variados actores con diferentes objetivos e incentivos. Su novedad radica en los beneficios, como la flexibilidad para permitir la innovación y testeo de políticas públicas, y el traspaso del riesgo al sector privado. La formación de un BIS requiere de la articulación de varios actores, los que son coordinados de forma central por un organismo intermediario que busca compatibilizar los incentivos de las otras entidades participantes. El proceso implica a los siguientes actores y etapas: 1. Los Gobiernos deciden comprometerse con un BIS y contactan a un intermediario que articule el proyecto. 2. El Gobierno acuerda con los inversionistas, a través de un intermediario, la problemática social a resolver y el impacto esperado. 3. Este intermediario busca el mejor proveedor o conjunto de proveedores de servicios, basados en evidencia, que puedan comprometerse con un impacto determinado. 4. Los inversionistas invierten en un programa que compromete retornos futuros pagados por el Gobierno con un riesgo asociado al impacto real generado. 5. Luego de que el diseño ha sido generado y la inversión realizada, el o los proveedores de servicios implementan el programa. 6. Un evaluador externo es el encargado de determinar si los resultados obtenidos por la implementación del programa coinciden con lo comprometido. 7. En caso de ser así, el Gobierno logra mejorar el impacto en la población objetivo y al final del período, paga a los inversionistas el principal más un retorno previamente acordado, que equivale al riesgo asumido. Si no se alcanza el objetivo, el Gobierno no realiza el pago. Los inversionistas pueden ser desde filántropos hasta grandes fondos de inversión. Los proveedores de servicios son organizaciones sin fines de lucro que se han especializado en la resolución de ciertos problemas específicos de la comunidad, tienen el conocimiento y requieren de financiamiento para poder operar y alcanzar sus objetivos. El Gobierno, por su parte, puede estar representado por cualquier agencia que tenga la potestad para decidir sobre programas sociales a implementar y para comprometer un presupuesto en caso de que el impacto sea realmente generado. Por último, el evaluador debe ser un agente externo y autónomo que pueda medir el verdadero impacto del programa para decidir sobre los pagos del Gobierno. Cabe señalar que este instrumento no aplica para todas las políticas públicas y se requiere de factores muy específicos para su implementación, como la capacidad para medir e su impacto y la posibilidad de determinar un grupo de intervención a priori. Los BIS permiten diseñar intervenciones costo-efectivas en el sentido en que el pago asociado no signifique una pérdida neta para el Estado. El monto desembolsado por el Gobierno debería coincidir con el ahorro que le implicará el impacto positivo del programa. Por ejemplo, la disminución en la reincidencia delictiva, generada a través de un programa financiado por BIS, disminuye los gastos futuros en los que el Gobierno tendría que incurrir para el tratamiento del problema. En este caso, entre otros costos, se consideran los costos de mantener a alguien en la cárcel y los gastos en policía, sin considerar los costos sociales que la delincuencia implica. El monto que paga el Gobierno debería coincidir con este ahorro, generando ganancias o neutralidades económicas, sin considerar las ganancias por externalidades sociales positivas.
Los bonos verdes son títulos de crédito emitidos por instituciones públicas o privadas que están calificadas para manejarlos. Son activos líquidos y de ingreso fijo que buscan realizar proyectos verdes, es decir sustentables, y obtener financiamiento por parte de inversionistas interesados para, al final, retornar el rendimiento de su inversión. El Banco Mundial y la Corporación Financiera Internacional (CFI) son algunas de las instituciones que buscan impulsar el desarrollo de este nuevo mercado de inversión para ayudar al medio ambiente y, además, para poder ofrecer un instrumento nuevo de inversión que tenga liquidez y rendimientos fijos. En América Latina, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) apoya a los países en el diseño de estrategias de incentivo para el desarrollo de mercados nacionales de bonos verdes, con proyectos actualmente en Perú, Colombia, Argentina, Brasil, México y Ecuador. BID trabaja con Bancos Nacionales de Desarrollo (BND), agencias gubernamentales y organismos reguladores del sector financiero, brindando asistencia técnica a lo largo de todo el proceso de estructuración y emisión de bonos verdes. Historia de los bonos verdes El mercado de los bonos verdes comenzó en 2007, cuando la mayor parte de los bonos verdes fueron emitidos por bancos multilaterales de desarrollo, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o la Corporación Financiera Internacional. Desde su inicio son utilizados para proyectos que no afectan negativamente al clima ni al medio ambiente. Los primeros inversionistas se vieron atraídos por este nuevo instrumento financiero debido a que es una inversión líquida de renta fija y por el rendimiento positivo que puede dar. Posteriormente, llegaron más inversores institucionales, como fondos de pensiones, que ahora manejan en sus carteras inversiones sostenibles. Laura Tlaiye, asesora de sostenibilidad en el Banco Mundial dice al respecto que “la degradación ambiental, la pobreza y los efectos del cambio climático amenazan el bienestar y la estabilidad de los países, las comunidades, los recursos y las empresas. Los inversionistas reconocen cada vez más las amenazas que estas fuerzas crean para el valor financiero a largo plazo y las están teniendo en cuenta cada vez más en sus opciones de inversión”. Los bonos verdes traen consigo varios beneficios para los pequeños inversionistas, ofreciéndoles una manera más segura de invertir su dinero. A manera de ejemplo, en Massachusetts, Estados Unidos, el gobierno estatal recibió alrededor de 1000 pedidos para un bono verde por parte de inversionistas individuales con interés en apoyar proyectos de inversión sustentable del estado.
La teoría de la comunicación puede enunciarse de manera bastante sencilla y abordarse desde dos perspectivas diferentes. Aquí, algunos de sus postulados. Se considera que todo hecho comunicacional exige la presencia de los siguientes elementos: un emisor, un receptor y un mensaje, que circula a través de un canal, donde eventualmente pueden producirse ruidos. Se considera ruido a todo aquello que puede alterar o perturbar la comunicación. Esto puede producirse en el canal de la comunicación (por ejemplo, interferencia en la captación de una emisora radial), pero también se produce en el que recibe la comunicación, en el receptor. El proceso de transmisión del mensaje del emisor al receptor se llama información. Cuando el emisor genera una respuesta, se inicia el proceso que se denomina comunicación. Sin embargo, los teóricos de la comunicación que trabajan desde la perspectiva de la comunicación sostenible, afirman que éste esquema debería explicarse exactamente al revés: en realidad, el emisor solo toma la decisión de comunicarse porque hay un receptor qué él considera valioso, ya que si no hubiera un “otro” que considero que me devuelve un “yo” valioso, no tendría ninguna necesidad de comunicarme. Vale decir que, en este segundo abordaje, a diferencia del paradigma anterior, se parte del concepto de que es el receptor quien determina y desencadena el proceso de comunicación y no el emisor.
Solo a partir de que existe un otro al que yo considero valioso, y en consecuencia un interlocutor válido, es que se establece un nuevo modelo de comunicación que abre paso al camino de la sostenibilidad, porque es a partir de un receptor que es declarado valioso por el emisor, que se puede abordar la comunicación desde la empatía en la búsqueda de construir una verdad de a dos, co-creando y co-diseñando en equidad, horizontalidad y dignidad. De modo que desde la perspectiva de la comunicación sostenible, el objeto de la comunicación es siempre el otro. En este sentido, ya no es tan importante lo que yo digo, sino aquello que tú entiendes. De esta forma se rompe el tradicional paradigma del poder expresado en la verticalidad de los mensajes, ya que abordar la comunicación desde este nuevo modelo, nos obliga a tener que ponernos en el lugar del otro, para luego intentar que nuestro mensaje llegue de una forma efectiva y que cumpla con el objetivo establecido (dado que la comunicación siempre tiene la intencionalidad de influir sobre los otros con el fin de lograr el cambio esperado). Es solo desde la simetría en los vínculos que se puede construir confianza, lo que permitirá desde el diálogo poder abordar el misterio de la conversación y aquello que se desconoce. Es en este punto donde la sinceridad y la honestidad intelectual y afectiva, juegan un rol decisivo en la comunicación. Cuando se orienta la comunicación hacia adentro se genera confianza, cuando se lo hace hacia fuera, se crea cultura.
¿Por qué es tan importante la comunicación? Porque administra el principal activo de cualquier organización, sin importar que ésta pertenezca al sector privado, público o social, que es su nombre o marca, que a su vez es el único activo imposible de copiar, imitar o robar por parte de sus competidores. Posicionamiento, imagen, reputación y Marca se convierten entonces en los elementos claves de esta nueva disciplina.
Listado de los atributos comunicacionales valorados por las audiencias:
El calentamiento global es un término utilizado para referirse al fenómeno del aumento de la temperatura media global, de la atmósfera terrestre y de los océanos, desde 1850, coincidiendo con el final de la denominada Pequeña Edad de Hielo,1 o ya sea en relación a periodos más extensos.2 Este incremento se habría acentuado en las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI. El calentamiento global está asociado a un cambio climático que puede tener causa antropogénica o no. El principal efecto que causa el calentamiento global es el efecto invernadero, fenómeno que se refiere a la absorción —por ciertos gases atmosféricos; principalmente CO2— de parte de la energía que el suelo emite, como consecuencia de haber sido calentado por la radiación solar. El efecto invernadero natural que estabiliza el clima de la Tierra no es cuestión que se incluya en el debate sobre el calentamiento global. Sin este efecto invernadero natural las temperaturas caerían aproximadamente en unos 30 °C; con tal cambio, los océanos podrían congelarse y la vida, tal como la conocemos, sería imposible. Para que este efecto se produzca, son necesarios estos gases de efecto invernadero, pero en proporciones adecuadas. Lo que preocupa a los climatólogos es que una elevación de esa proporción producirá un aumento de la temperatura debido al calor atrapado en la baja atmósfera. El cuerpo de la ONU encargado del análisis de los datos científicos relevantes —el IPCC (Inter-Governmental Panel on Climate Change o Panel Intergubernamental del Cambio Climático)— sostiene que: «la mayoría de los aumentos observados en la temperatura media del globo desde la mitad del siglo XX, son muy probablemente debidos al aumento observado en las concentraciones de GEI antropogénicas».3 Esto es conocido como la teoría antropogénica, y predice que el calentamiento global continuará si lo hacen las emisiones de gases de efecto invernadero. En el último reporte con proyecciones de modelos climáticos presentados por IPCC, indican que es probable que temperatura global de la superficie, aumente entre 1,1 a 6,4 °C (2,0 a 11,5 °F) durante el siglo 21.
Cualquier tipo de cambio climático, además implica cambios en otras variables. Sus múltiples interacciones hacen que la única manera de evaluar estos cambios sea mediante el uso de modelos computacionales, los cuales intentan simular la física de la atmósfera y del océano. El Protocolo de Kyoto, acuerdo originado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y adoptado en la Conferencias de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, promueve una reducción de emisiones contaminantes, principalmente CO2. El protocolo ha sido tachado en ciertas ocasiones de injusto,[cita requerida] ya que el incremento de las emisiones tradicionalmente está asociado al desarrollo económico, con lo que las naciones que resultarían más afectadas por el cumplimiento de este protocolo podrían ser aquellas en zonas menos desarrolladas. No obstante en el citado protocolo, las naciones en desarrollo (incluidas China o la India) están exentas de contener sus emisiones de GEI.
Más allá del consenso científico general en torno a la aceptación del origen principalmente antropogénico del calentamiento global,5 6 7 hay un intenso debate político sobre la realidad, de la evidencia científica del mismo. Por ejemplo, algunos de esos políticos opinan que el presunto consenso climático es una completa falacia,8 y en enero de 2009 la minoría republicana del Senado de los Estados Unidos elaboró una lista con más de 700 científicos que disentían del origen antrópico de los cambios de temperatura de la Tierra.9 En 2009 se descubrió el pretendido escándalo del denominado Climagate, que alegadamente demostró que los científicos de la Unidad de Investigación del Clima de la Universidad de East Anglia habrían manipulado los datos para así coincidir con las teorías del calentamiento global.10 11 Sin embargo, observadores científicos independientes cuestionan esa interpretación. Nature comenta: “Lo que los correos electrónicos no muestran, es sin embargo una gran conspiración para confeccionar el calentamiento global...”12 New Scientist apunta que “no se ha mostrado que haya en los correos electrónicos hackeados algo que implique una socavación de ninguna de las conclusiones científicas”.13 Continuando a examinar algunas de las sugerencias de los escépticos del origen antropogénico del calentamiento global, el artículo muestra varios ejemplos sobre la falta de ajustamiento a los hechos y su rigor -por ejemplo, la presentación de artículos de opinión de periodistas, como “artículos científicos revisados por pares”- y concluye: “dejamos que los lectores saquen sus propias conclusiones, acerca de en quien confiar”. Existen además intereses económicos cruzados ya que hay muchas empresas que podrían ser negativamente afectadas si se las hiciera responsable de sus externalidades,14 específicamente en el caso del control de emisiones de CO2 (ver también tragedia de los comunes), además de existir otras que se lucran extraordinariamente de las cuantiosas subvenciones a energías renovables, cuyos elevados costos las hacen incapaces de competir con las tradicionales (que sí emiten CO2). Así por ejemplo, el jefe del IPCC, Rajendra Pachauri fue acusado por Monckton, - en diciembre de 2009- de conflicto de intereses, uso de información privilegiada por su pasado como magnate petrolero y sus vínculos con el comercio de cuotas de emisión de contaminación. Al Gore ha sido cuestionado por lucrarse invirtiendo en empresas verdes auspiciadas por la política ecologista. De igual modo, el diario izquierdista británico The Guardian y la ONG ecologista Greenpeace, acusaron en 2007 a la petrolera ExxonMobil de financiar informes que pusieran en duda la tesis oficial sobre el cambio climático.
Se llama cambio climático a la modificación del clima con respecto al historial climático, a escala global o regional. Los cambios se producen en muy diferentes progresiones temporales y sobre todos los parámetros climáticos: temperatura, precipitaciones, nubosidad, etc. En teoría, se deben tanto a causas naturales como antropogénicas. El término suele usarse de forma poco apropiada para hacer referencia tan sólo a los cambios climáticos que suceden en el presente, utilizándolo como sinónimo de calentamiento global.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático utiliza el término cambio climático sólo para referirse al cambio por causas humanas: “Por cambio climático se entiende un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos comparables”. En el Artículo 1, párrafo 2, se explica que como se produce constantemente por causas naturales, se lo denomina también “variabilidad natural del clima”. En algunos casos, para referirse al cambio de origen humano se usa también la expresión “cambio climático antropogénico”.
Además del calentamiento global, el cambio climático implica cambios en otras variables como las lluvias globales y sus patrones, la cobertura de nubes y todos los demás elementos del sistema atmosférico. La complejidad del problema y sus múltiples interacciones hacen que la única manera de evaluar estos cambios sea mediante el uso de modelos computacionales que simulan la física de la atmósfera y de los océanos. La naturaleza caótica de estos modelos hace que en sí tengan una alta proporción de incertidumbre, aunque eso no es obstáculo para que sean capaces de prever cambios significativos futuros que tengan consecuencias tanto económicas como las ya observables a nivel biológico.
“Paradigma es una cosmovisión, un conjunto de experiencias, creencias y valores, que afectan tanto al individuo como a la sociedad en la forma en la que perciben la realidad y prevalece en el contexto histórico del momento”. Sin duda, estamos transitando un cambio de paradigma.
A 100 años de la gran promesa de la Revolución Industrial con su lema “progreso para todos” podemos afirmar que, a nivel global, esa promesa no se cumplió. Un porcentaje muy alto de la población del mundo vive con menos de tres dólares por día, lo que la sume en altos niveles de pobreza, indigencia y miserabilidad. El ser humano se enfrenta hoy a una nueva realidad: el actual modelo de producción y acumulación de riqueza económica no es un modelo exportable. En principio porque para seguir consumiendo los recursos naturales al ritmo al cual las sociedades más avanzadas lo venimos haciendo hasta hoy, no alcanzan cinco planetas Tierra. Este cambio de paradigma de la “administración de la escasez” a la “administración de la finitud” nos sumerge en una enorme disrupción, ya que no disponemos de los conocimientos para poder enfrentar esta crisis. Por su parte, el fracaso de la promesa de progreso está provocando una enorme fractura en el pacto social, que a nivel global se profundiza y agranda cada día más.
Son muchos los signos y síntomas que dan cuenta de este quiebre y transición. Existen evidencias económicas tales como fallas en los mercados para las cuales no se encuentran soluciones, y nuevas exigencias por parte de la sociedad respecto de formas responsables de consumo y producción que aún no se han definido. Por su parte, fenómenos como la globalización y la hiperconectividad a través de las redes, generan movilizaciones sociales capaces de jaquear tanto a gobiernos como a empresas, organizaciones e instituciones. A esto se suman las sucesivas y cada vez más frecuentes crisis ambientales producidas por cambios dramáticos en los patrones climáticos, tornados y huracanes, sequías e inundaciones inesperadas, que obligan a miles de personas a transformarse en refugiados ambientales y abandonar sus hábitats naturales por causas de fuerza mayor, sin contar con protección de ningún orden normativo a nivel global. Este encadenamiento de crisis económicas, sociales y ambientales nos enfrentan a un problema de mayor magnitud: la falta de líderes que puedan trazar el camino hacia la sostenibilidad y la regeneración, entendida como aquel proceso que atiende las necesidades de las generaciones actuales sin sacrificar el capital natural, tomando en consideración las necesidades de las generaciones futuras.
La sostenibilidad y la regeneración se constituyen como un nuevo paradigma que nos permite aproximarnos a la realidad desde un abordaje holístico, en el que el hombre deberá pensarse formando parte de los ecosistemas y fomentando e impulsando la creación de valor, tanto a nivel económico como público, político, social, ambiental y ecoespiritual. Esto nos obliga a pensar en la creación de un nuevo modelo de gestión basado en la sustentabilidad, que será el resultado de sumar a la tradicional gestión por objetivos (basada en la eficiencia y la eficacia con el fin de maximizar los resultados), la gestión por subjetivos (que implica alcanzar las metas y los objetivos a través de sumarle al proceso de toma de decisiones valores éticos, morales, intelectuales, ciudadanos y espirituales). Mientras que la gestión por objetivos está relacionada con el qué, la gestión por subjetivos está vinculada con el cómo. La suma de estas dos dimensiones da como resultado un modelo de gestión sostenible, que incide y se manifiesta tanto en lo económico, como en lo político, social y ambiental.
La gestión sostenible incorpora en su proceso de toma de decisiones los valores y principios tradicionales, y suma también otros valores ciudadanos tales como la gestión y conservación de los bienes naturales, el respeto por la capacidad de carga de los ecosistemas, la mirada de largo plazo, la valoración de la diversidad, el respeto por la singularidad, el diálogo, la transversalidad, la gobernabilidad democrática y el estado de derecho, la participación ciudadana, la democratización de las organizaciones, el codiseño y la cogestión, la corresponsabilidad y la interdependencia, la solidaridad, la solicitud y la reciprocidad, la legitimidad, la transparencia, el libre acceso a la información, la rendición de cuentas, la medición de impacto, la inclusión social y digital, la igualdad de acceso a las oportunidades, la equidad, la horizontalidad del poder, la construcción de capital social, la autogestión y la autorregulación, la responsabilidad social de las organizaciones, la economía social de mercado, la ecoeficiencia, el comercio justo, el consumo responsable, la prevención, la ética del cuidado y la cultura de paz, entre otros. El objetivo final del diseño e implementación de estos modelos de creación de valor será fomentar nuevas formas sostenibles de desarrollo humano para construir sociedades sustentables, basadas en un método de organización social y política que le permita a todas las personas y a los seres vivos tener una existencia digna. Esto demandará a su vez idear nuevos modelos basados en la sostenibilidad y la regeneración, que nos permitan aprender a administrar la finitud y evolucionar de un sistema de producción extractivo hacia un modelo de producción regenerativo, y de esa forma alcanzar una mejor la calidad de vida para todos.
La evaluación del ciclo de vida (ECV) o también análisis del ciclo de vida (ACV), es una metodología empleada en el estudio del ciclo de vida de un producto y de su proceso de producción. Con el auge del ecodiseño, este enfoque ha ido integrando con más frecuencia diferentes criterios y parámetros de evaluación del impacto ambiental. El análisis del ciclo de vida (ACV) es una herramienta que se usa para evaluar el impacto potencial sobre el ambiente de un producto, proceso o actividad a lo largo de todo su ciclo de vida mediante la cuantificación del uso de recursos ("entradas" como energía, materias primas, agua) y emisiones ambientales ("salidas" al aire, agua y suelo) asociados con el sistema que se está evaluando.
El Análisis del ciclo de vida de un producto típico tiene en cuenta el suministro de las materias primas necesarias para fabricarlo, transporte de materias primas,la fabricación de intermedios y, por último, el propio producto, incluyendo envase, la utilización del producto y los residuos generados por su uso. El ciclo de vida de un producto (como un ladrillo) o una actividad (hormigonar una estructura) está formado por dos tipos de sistemas, que revisten un interés especial para los evaluadores ambientales. Los estudios de ECV se realizan con la finalidad de responder a determinadas preguntas, y son esas preguntas las que conforman el diseño del estudio. Una de estas preguntas podría ser: ¿Qué diferencia existe entre el posible impacto ambiental de un producto nuevo y otros productos ya existentes en el mercado?
El ACV no es una evaluación de riesgo y esto se debe a que ACV no tiene en cuenta la exposición, que es un factor esencial para evaluar el riesgo. El ACV cuantifica las emisiones, pero el impacto real de esas emisiones depende de cuándo, dónde y cómo se liberen en el ambiente. ACV es una de las herramientas con las que se cuenta para evaluar los productos, envases y procesos. Las otras herramientas se comentan en otras secciones y entre ellas figuran:
Evaluación de riesgos ambientales
Gestión de riesgos para el ambiente
Análisis de riesgo comparativo
Análisis del impacto socioeconómico
Según datos de la ONU, entre 2007 y 2050, 3.100 millones de personas se sumarán al número de habitantes de las ciudades de nuestro planeta. Este desplazamiento traerá consigo un gravamen cada vez mayor sobre las infraestructuras, los servicios gubernamentales, los recursos naturales, el clima y muchos otros aspectos críticos para la calidad de vida en las áreas urbanas.
El continente latinoamericano se sitúa a la cabeza de este fenómeno global como la región en vías de desarrollo más urbanizada, así como la que presenta mayores desigualdades en términos de distribución de los ingresos. En América Latina el 75% de la población vive en espacios urbanos, lo que en cifras absolutas es 375 millones de los 500 millones de habitantes de la región. 120 millones de ellos están por debajo de la línea de pobreza. Muchos de los retos a los que se enfrenta hoy día América Latina se repetirán en mayor escala aún en África y Asia en los próximos años. Es posible que las soluciones latinoamericanas que se apliquen para enfrentar tales retos sean replicables en alto grado. Desde 2007 existe un joven movimiento de “Ciudades Sustentables” en América Latina, que se compone en la actualidad de 31 ciudades en siete países latinoamericanos. Desde el inicio, inspirado en el modelo “Bogotá Cómo Vamos”, se han desarrollado innovaciones en el proceso de participación y control ciudadano como es el caso de Nossa São Paulo en Brasil, el cual ha inspirado movimientos en Chile y Argentina. Las redes de Ciudades Sustentables en cada país buscan no sólo incentivar la participación ciudadana en torno a las políticas públicas de la ciudad, sino que enfatizan los cambios necesarios para disminuir las inequidades del continente. La promoción de Ciudades Sustentables representa una oportunidad única para contribuir al cambio, a escala continental, a partir de los procesos e iniciativas locales.
Las áreas críticas de acción ligadas a esta estrategia continental incluyen:
El coeficiente de Gini es una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos, dentro de un país, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual.
El coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). El índice de Gini es el coeficiente de Gini expresado en referencia a 100 como máximo, en vez de 1, y es igual al coeficiente de Gini multiplicado por 100. Una variación de dos centésimas del coeficiente de Gini (o dos unidades del índice) equivale a una distribución de un 7% de riqueza del sector más pobre de la población (por debajo de la mediana) al más rico (por encima de la mediana).
Aunque el coeficiente de Gini se utiliza sobre todo para medir la desigualdad en los ingresos, también puede utilizarse para medir la desigualdad en la riqueza. Este uso requiere que nadie disponga de una riqueza neta negativa.
La mayor parte de la energía empleada actualmente en el mundo proviene de los combustibles fósiles. Se los utiliza en transporte, para generar electricidad, para calentar ambientes, para cocinar, etc. Los combustibles fósiles son tres: petróleo, carbón y gas natural, y se formaron hace millones de años, a partir de restos orgánicos de plantas y animales muertos. Durante miles de años de evolución del planeta, los restos de seres que lo poblaron en sus distintas etapas se fueron depositando en el fondo de mares, lagos y otros cuerpos de agua. Allí fueron cubiertos por capa tras capa de sedimento. Fueron necesarios millones de años para que las reacciones químicas de descomposición y la presión ejercida por el peso de esas capas transformasen a esos restos orgánicos en gas, petróleo o carbón.
Los combustibles fósiles son recursos no renovables: no se reponen por procesos biológicos como por ejemplo la madera. En algún momento, se acabarán, y tal vez sea necesario disponer de millones de años de una evolución y descomposición similar para que vuelvan a aparecer.
Ventajas
Desventajas
Los sistemas de comercio de emisiones, también llamados “sistemas cap-and-trade” (de límites máximos y comercio), constituyen un enfoque para resolver problemas de contaminación del aire basado en el mercado. Si son bien diseñados e implementados pueden ser económicamente eficientes, dado que proveen incentivos a los participantes para que éstos reduzcan sus emisiones de manera flexible, en función de sus propias estructuras productivas, tecnológicas y de costos. El principio básico de estos esquemas consiste en la fijación de un límite máximo a la cantidad total de emisiones permitidas para un período de tiempo determinado (el tope o “cap”). Cada participante recibe en función de lo anterior una cantidad determinada de permisos de emisión, los cuales pueden luego comerciarse en un mercado. La distribución de permisos entre los participantes puede realizarse de diferentes maneras: por ejemplo, de acuerdo a sus emisiones históricas o mediante un proceso de subasta (en este último caso, las empresas deben comprar los permisos que necesitan, lo que les impone una carga financiera total mayor). El precio de los permisos es determinado por el mercado, en función de la oferta y la demanda.
De esta manera, durante el período de tiempo especificado, los participantes que emiten menos de lo permitido pueden vender sus permisos excedentes a aquellos participantes cuyas emisiones exceden su cantidad máxima permitida. Así, quienes pueden reducir sus emisiones sin incurrir en grandes costos (por ejemplo, invirtiendo en tecnologías más eficientes) tienen el incentivo para hacerlo, pues pueden beneficiarse vendiendo en el mercado sus permisos sin utilizar. En el otro extremo, para quienes es muy difícil o costoso reducir emisiones, la compra de permisos en el mercado puede resultar la opción más eficiente. Cuando un sistema de comercio de emisiones funciona bien, las emisiones totales permanecen dentro del límite máximo establecido, mientras que los participantes tienen la flexibilidad de elegir cómo cumplir con su meta de emisión individual, a partir de su ecuación interna de costos.
El comercio de emisiones ha sido el mecanismo considerado dentro del Protocolo de Kioto. En éste, primeramente, se estableció una meta de reducción de emisiones global: emisiones que fueran 5,2% inferiores a los niveles de 1990 para el período 2008-2012. En segundo lugar, se definieron objetivos individuales de mitigación para cada país, y se repartieron permisos de emisión entre las firmas establecidas en cada territorio. Como consecuencia, se crearon mercados de carbono, diferentes ámbitos donde empresas y países comercian sus permisos entre sí y tienen, además, la opción de financiar proyectos de mitigación en países en desarrollo o de Europa del Este (mediante el Mecanismo para un Desarrollo Limpio o el Mecanismo de Implementación Conjunta, respectivamente). De esta manera, se logra que la mitigación la realicen aquellas instalaciones (y países) con menores costos por tonelada de carbono reducida.
El periodismo y los medios de comunicación constituyen la herramienta fundamental para difundir, informar, educar, sensibilizar y defender a la población sobre todos los hechos y acontecimientos que suceden a diario en el mundo, pero también deben recoger los problemas de la sociedad. Es decir, deben aunar esfuerzos para edificar una sociedad más justa, equitativa, sostenible, ya que “la sostenibilidad” es un imperativo ético y moral general cuando se ejerce sin presiones, con libertad de prensa. En este sentido, los medios de comunicación constituyen un agente moderador social de primer orden y pueden ser utilizados como un instrumento de control importante, capaz de investigar y denunciar acciones inapropiadas de los poderes públicos, así como educar, sensibilizar y movilizar acciones en defensa de los problemas ambientales.
El desarrollo sostenible sostiene que todos los habitantes gozamos del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes, sin comprometer a las generaciones futuras. Las autoridades deben prever este derecho, y también el derecho a la información y educación ambiental, pero al mismo tiempo los medios de prensa deben ser rigurosos con la información que publican. Este concepto de desarrollo sostenible ha ido evolucionando y complementando las dimensiones económica, ambiental, social y e institucional. En este sentido, la medida y la modelización de la sostenibilidad se convierten en herramientas indispensables para construir una sociedad mejor. Es aquí donde los medios de comunicación juegan un papel fundamental, como vectores de difusión, de intercambio, de educación, de sensibilización y de aporte de información para los distintos estamentos responsables de la gestión del desarrollo sostenible. La información es un derecho de todos los ciudadanos, tal como sostiene el Art.19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Las autoridades deben proveer y garantizar este derecho.
El Manifiesto para la comunicación sostenible, de Pablo Benavidez.
La contabilidad medioambiental, también llamada "contabilidad verde" (término que entró en el uso común a través del economista y profesor Peter Wood), "contabilidad ecológica" y "contabilidad ambiental", es un tipo de contabilidad que incluye, en las cuentas de una organización o país, elementos que hacen referencia al impacto ambiental de sus acciones. De esta manera se extiende el concepto de "beneficios" o "pérdidas", sacándolo de un ámbito puramente monetario. Se puede saber así de una forma rigurosa y estandarizada si las actuaciones corporativas o estatales son beneficiosas o perjudiciales para el medio ambiente.
La contabilidad medioambiental identifica y mide el uso de recursos, su impacto y sus costos. Los costos pueden incluir la limpieza de lugares contaminados, multas de carácter medioambiental, impuestos, compra de tecnología verde, tratamiento de residuos y, en última instancia, la integración de externalidades ambientales.
Un sistema de contabilidad medioambiental se compone de una cuenta ecológica y de una cuenta convencional adaptada. La cuenta convencional adaptada mide los impactos sobre el medio ambiente en términos monetarios. La cuenta ecológica mide el impacto que una empresa tiene en el medio ambiente en términos físicos (kilogramos de residuos producidos, energía consumida, etc.). La contabilidad de gestión en los paradigmas de administración medioambiental
La Contabilidad de Gestión abarca un campo de contenido multidimensional: las operaciones artificiales (de decisión) sobre la realidad económica, financiera y patrimonial se encuentran ampliadas al medio ambiente, a la sociedad, a la tecnología y a las concentraciones económicas, entre otras. El medio ambiente es parte nuclear de esa multidimensión y la gestión empresaria se desarrolla en un marco ecológico que determina el estilo decisorio. Esta circunstancia potencia la instalación de modelos de Contabilidad de Gestión que posibiliten captar, cuantificar y revelar específicamente el amplio contenido de las implicancias medioambientales de la gestión empresarial, para que su adecuada información permita mejorar la calidad de los procesos decisorios y ampliar las bases de la interpretación de la realidad.
La contaminación es la presencia o incorporación al ambiente de sustancias o elementos tóxicos que son perjudiciales para el hombre o los ecosistemas (seres vivos). Existen diferentes tipos de contaminación, Los tipos de contaminación más importantes son los que afectan a los recursos naturales básicos: el aire, los suelos y el agua. Algunas de las alteraciones medioambientales más graves relacionadas con los fenómenos de contaminación son los escapes radiactivos, el smog, el efecto invernadero, la lluvia ácida, la destrucción de la capa de ozono, la eutrofización de las aguas o las mareas negras. Existen diferentes tipos de contaminación que dependen de determinados factores y que afectan distintamente a cada ambiente.
Se denomina Costo Ambiental al valor económico que se le asigna a los efectos negativos de una actividad productiva para la sociedad (contaminación, perdida fertilidad del suelo, etc.) Durante muchos años, la economía tradicional ha ignorado tanto los costos ambientales como los sociales. Sin embargo, una verdadera integración económica debe ir a la par de la implementación de medidas regulatorias que no coarten la actividad económica y que contribuyan a un desarrollo sostenible, lo que incluye en todos los casos una gestión ambiental de los recursos en donde se vea implicada la ciudadanía, no como grupo de presión, sino como personas partícipes al tomar decisiones con consecuencias ambientales. Es precisamente en este esquema donde la economía ambiental surge como disciplina para buscar o por lo menos plantear vías favorables que conlleven a la optimización en la explotación de recursos naturales, cuyas reservas son escasas.
Economía ambiental
La economía ambiental abarca el estudio de los problemas ambientales empleando la visión y las herramientas de la economía. Actualmente, existe un concepto erróneo de esta disciplina, ya que lo primero que se piensa es que su campo de estudio es en su totalidad sobre decisiones de negocios y cómo obtener rendimientos en el modo de producción capitalista. Pero la Economía se enfoca sobre las decisiones que realizan actores económicos sobre el uso de recursos escasos.
Las mejores propuestas para alcanzar la protección y preservación del medio ambiente, se basan en la concientización de las personas en sus ámbitos de consumo, y en la responsabilidad inherente de las instituciones privadas y públicas de crear incentivos que conduzcan a tomar decisiones en una dirección determinada.
Cualquier estructura económica producirá un impacto ambiental destructivo si los incentivos no están encaminados a evitarlo. El incentivo es una ganancia adicional que influye sobre el comportamiento de las personas. Por ejemplo, una persona que esta acostumbrada a tirar desechos de aluminio a la calle, de pronto se da cuenta que le resulta más rentable juntarlos y venderlos para su reciclaje. Otros aspectos que influyen en el comportamiento de las personas son los factores psicológicos como la autoestima o la satisfacción de haber realizado una acción positiva.
¿Quién paga el costo ambiental?
Las múltiples etapas de un proceso productivo (extracción, separación, filtración, elaboración, transporte, etc.) traen implícitas un impacto ambiental que es omitido y que en ningún momento se devuelve a la naturaleza. Erosión, polución, extinción de especies son costos que no pagamos a la hora de consumir. Pero lo cierto es que los recursos naturales se van “gastando y consumiendo”, y hay un costo que es irreductible en cualquier modelo de desarrollo. La cuestión entonces más importante es quién debe pagar este costo. Para ello, hay que resolver un problema político fundamental, que es el de la distribución de los costos y beneficios del desarrollo en términos ambientales.
¿Quién paga el costo ambiental: las propias empresas productoras o los consumidores que lo generan, el Estado, algunas clases sociales, generalmente las más pobres, o las generaciones futuras?
El concepto de externalidad está en íntima relación con lo arriba descrito. La externalidad es el costo de una actividad productiva, que no es tomado en cuenta por el sujeto que toma decisiones económicas, puesto que las transfiere a otras personas o a la sociedad como un todo. Las externalidades pueden afectar bienes públicos, bienes comunes o bienes privados.
En esa línea se puede citar a J. Stiglitz, que propone la siguiente definición: “Siempre que una persona o una empresa emprende una acción que produce un efecto en otra persona u otra empresa por el que esta última no paga ni es pagada, decimos que hay una externalidad”.
En un principio se pensaría que el que tira la basura, debe recogerla, y también que el daño ambiental ya probado debe ser reparado. Fundado en la equidad, reparar ese daño es de imperiosa justicia a fin de obligar a “internalizar” los costos del daño ambiental causado, que ha perjudicado el desarrollo humano, la calidad de vida y el bienestar general de los actores y les ha impedido gozar de un ambiente sano y equilibrado.
En cuanto a los costos ambientales que genera toda forma de producción, las empresas pueden considerar pasar estos costos al precio del producto, o en reflejarlos en las utilidades de los accionistas, aunque no se resolvería nada: se pagaría permanentemente lo que no se deja de destruir. Por ejemplo, si desforestamos el Amazonas, aunque paguemos por ello, muchas especies van a dejar definitivamente de existir, con las consecuencias también destructivas que supone para el ecosistema. Es precisamente en esta instancia donde el Estado debe intervenir mediante diversos mecanismos que permitan regularizar un comportamiento sobre muchos de los recursos naturales, que carecen de derechos de propiedad. Para ello, el Estado debe exigir a las empresas una planeación estratégica que incluya el cumplimiento de las leyes ambientales, la implementación de medidas correctoras, auditorias ambientales constantes y una evaluación de impacto ambiental adecuada.
Evaluación del impacto ambiental
Hoy sabemos que todas nuestras actividades tienen impacto ambiental, ya que casi todo lo que hacemos modifica lo que nos rodea. Quien siembra un potrero con trigo o toma un antibiótico, o construye un camino, altera la biodiversidad. Si usamos fuego para cocinar o abrigarnos del frío o nos desplazamos en un vehículo para trabajar, aumentamos las emisiones de gases. Lo que interesa es saber cómo se evalúa ese impacto y si lo que se hace justifica el costo ambiental.
Esas externalidades tienen un costo que en ocasiones no se debe aceptar y en otras puede, y en muchos casos debe, ser incorporado al precio del producto o del servicio que las genera. Para eso sirve la evaluación del impacto ambiental, que además debe hacerse con participación de la sociedad civil.
La evaluación del impacto ambiental de un proyecto que pueda afectar significativamente el ambiente debe servir además para decidir la internalización del costo ambiental y para manejar el riesgo si este es manejable, lo que probablemente implicará un costo económico.
La responsabilidad ambiental
La responsabilidad ambiental se asume a través de un concepto cultural: es una toma de posición del hombre consigo mismo, con los demás como grupo social y con la naturaleza, como medio que por él es transformado. Es a la vez una experiencia práctica y un proceso de conocimiento que construye la conciencia de ser en la naturaleza y de ser para sí mismo.
Por el carácter público de estos bienes su tutela corresponde, por lo general, a los poderes públicos. La peculiar naturaleza del bien medio ambiente y el riesgo de un inmediato e irreparable deterioro del mismo por causas de acciones perturbadoras de individuos o colectivos, hace necesaria la intervención del Estado, que debe asumir la iniciativa de esta materia aplicando los preceptos del Derecho Ambiental, velando para que no se deterioren esos bienes y sancionando a quienes los vulneren, si aspira a una tutela eficaz del entorno.
Derecho ambiental
Ante las reiteradas agresiones que el hombre realiza al medio ambiente es necesario que los Estados recurran al medio coercitivo y coactivo por excelencia de control social que es el Derecho para evitar que se siga degradando el mismo.
El Derecho Ambiental es un campo de preceptos jurídicos de naturaleza multidisciplinaria, que tiene como cometido proteger y conservar los recursos naturales renovables y no renovables, las bellezas escénicas y el ambiente humano, establece políticas ambientales para actividades productivas y servicios, y previene y mitiga los riesgos y desastres naturales. Para poder llevar a cabo tan complejo cometido, el Derecho Ambiental ejerce la acción coercitiva, sin la cual el derecho no funciona, y establece las normas jurídicas ambientales y las sanciones correspondientes a su violación.
La creación de valor sostenible o integral es un concepto que pone de manifiesto la necesidad de que todas las organizaciones, sean éstas sean públicas, privadas o sociales, tengan en cuenta las dimensiones ambiental, social, económica y pública a la hora de crear valor, ya que las cuatro dimensiones están intrínsecamente ligadas e interconectadas entre sí. Si bien cada uno de estos sectores debe mantener su foco de creación de valor respectivo, el principio de corresponsabilidad e interdependencia exige que comiencen a complementarse y actuar de forma conjunta con los otros dos, porque en el actual contexto social ningún sector puede actuar por sí solo.
Este cambio que supone pasar del modelo tradicional unidimensional al inter-retro-dependiente en el que se basa el desarrollo humano sostenible, demanda que las instituciones de cada sector se ocupen de su misión específica, aquello para lo que fueron creadas, y consideren al mismo tiempo su articulación con las instituciones de los otros dos sectores, con el fin de acompañar y sumar en el proceso de creación de valor de las mismas. A esto se refiere Michael Porter con el concepto de valor compartido. Es en esta instancia, donde se encuentran estas tres formas de institucionalidad, en las que se reúnen y alinean la creación de valor económico sostenible, con la creación de valor social sostenible y la creación de valor público sostenible, resulta inevitable sumar la creación de valor ambiental a la ecuación, ya que esta es una dimensión que les compete a absolutamente a todas las personas y organizaciones del planeta, y por ende también a las instituciones que conforman los tres sectores.
En este contexto, en el cual la humanidad enfrenta grandes catástrofes –cambio climático, inundaciones, sequías, extinción de especies, etc.– que amenazan nuestra supervivencia, crear valor ambiental se vuelve una tarea imprescindible y especialmente acuciante. La actual situación es consecuencia de la forma en que históricamente nos relacionamos con nuestro planeta: desde una concepción antropocéntrica e insostenible del uso de los recursos naturales. Este sistema, que todavía hoy sigue patrones lineales de extracción, producción, acumulación, consumo, y desecho sin respetar los límites ecosistémicos planetarios, está además cambiando las condiciones ambientales, poniendo en peligro el sistema Vida.
La creación de valor sostenible o integral es un concepto que pone de manifiesto la necesidad de que todas las organizaciones, sean éstas sean públicas, privadas o sociales, tengan en cuenta las dimensiones ambiental, social, económica y pública a la hora de crear valor, ya que las cuatro dimensiones están intrínsecamente ligadas e interconectadas entre sí. Si bien cada uno de estos sectores debe mantener su foco de creación de valor respectivo, el principio de corresponsabilidad e interdependencia exige que comiencen a complementarse y actuar de forma conjunta con los otros dos, porque en el actual contexto social ningún sector puede actuar por sí solo.
Este cambio que supone pasar del modelo tradicional unidimensional al inter-retro-dependiente en el que se basa el desarrollo humano sostenible, demanda que las instituciones de cada sector se ocupen de su misión específica, aquello para lo que fueron creadas, y consideren al mismo tiempo su articulación con las instituciones de los otros dos sectores, con el fin de acompañar y sumar en el proceso de creación de valor de las mismas. A esto se refiere Michael Porter con el concepto de valor compartido. Es en esta instancia, donde se encuentran estas tres formas de institucionalidad, en las que se reúnen y alinean la creación de valor económico sostenible, con la creación de valor social sostenible, la creación de valor público sostenible y la creación de valor ambiental (que es común a los tres sectores), da como resultado la creación de valor sostenible o integral.
Actualmente, también se está estudiando la posibilidad de incorporar una nueva dimensión de creación de valor que es la “eco-espiritualidad” o “creación de valor eco espiritual cívico ciudadano” que, basada en los principios y valores éticos y morales universales, y en los valores democráticos y republicanos, aplica tanto para el individuo como para las instituciones y la sociedad en su conjunto. Su incorporación resulta imprescindible porque solo personas conscientes de la dimensión espiritual de la condición humana, tienen la templanza y la fortaleza que se necesita para poder impulsar y llevar adelante la agenda del nuevo paradigma.
La eco-espiritualidad cívico ciudadana es una nueva espiritualidad que está directamente vinculada con nuestra casa común que es la Tierra, y no se expresa a través del misticismo, sino a través de la puesta en práctica de los principios y valores éticos y morales universales, a los que se suman la cultura cívica y la participación ciudadana, la ética ecológica, la ecotecnología, la ecopolítica, la ecología social, la ecología mental y la ecología integral mística cósmica. Una eco-espiritualidad laica, que nos guía en el camino de la integración entre el mundo y la Tierra, que nos alienta a tomar conciencia de la necesidad urgente de la regeneración en su sentido más amplio (porque tanto la sustentabilidad como la regeneración son, por sobre todo, un estado de conciencia que nos ayuda a evolucionar del yo al yo-nosotros, del yo al yo-Tierra, y del yo al yo-cosmos). En la medida en que comprendamos esta nueva dimensión ampliada de la conciencia, es muy probable que el ser humano deje de estar en el centro de la escena para ubicar allí al “sistema Vida” en todas sus dimensiones, ya que nuestra supervivencia como especie depende la supervivencia de otros seres y de la sanidad de los ecosistemas. Reconocer esta interdependencia –que como bien señala Pedro Tarak, es una realidad objetiva–, es comprender al ser humano como parte de la naturaleza y no separado de ella, y nos ubica quizás, en los albores de un cambio de paradigma de una magnitud tal como lo fueron en su momento las ideas de Copérnico y Galileo.
La “creación de valor sostenible” o “creación de valor integral” es un concepto que pone de manifiesto la necesidad de que todas las organizaciones, sean éstas sean públicas, privadas o sociales, tengan en cuenta las dimensiones ambiental, social, económica y pública a la hora de crear valor, ya que las cuatro dimensiones están intrínsecamente ligadas e interconectadas entre sí. Si bien cada uno de estos sectores debe mantener su foco de creación de valor respectivo, el principio de corresponsabilidad e interdependencia exige que comiencen a complementarse y actuar de forma conjunta con los otros dos, porque en el actual contexto social ningún sector puede actuar por sí solo. Este cambio que supone pasar del modelo tradicional unidimensional al inter-retro-dependiente en el que se basa el desarrollo humano sostenible, demanda que las instituciones de cada sector se ocupen de su misión específica, aquello para lo que fueron creadas, y consideren al mismo tiempo su articulación con las instituciones de los otros dos sectores, con el fin de acompañar y sumar en el proceso de creación de valor de las mismas. A esto se refiere Michael Porter con el concepto de valor compartido. El sector público, representado por el gobierno y cuya función es promover el bien común y la cohesión social, centra su foco de acción en la administración del poder –justicia, seguridad, educación y salud–, el cobro de impuestos y la redistribución, debe acompañar al mismo tiempo las dimensiones de creación de valor del sector privado y social. Esto implica la fijación y el cumplimiento de reglas de juego claras, transparencia, libertad de acceso a la información pública, participación ciudadana, representatividad real, no corrupción, y la puesta en práctica de otros principios y valores que conforman la agenda de la sostenibilidad y la regeneración tales como la gobernabilidad, la gobernanza, la igualdad de acceso a las oportunidades, la justicia y la equidad, entre muchos otros. Es en esta instancia, donde se encuentran estas tres formas de institucionalidad, en las que se reúnen y alinean la creación de valor público sostenible, con la creación de valor social sostenible, la creación de valor económico sostenible y la creación de valor ambiental (que es común a los tres sectores), da como resultado la creación de valor sostenible o integral.
La “creación de valor sostenible” o “creación de valor integral” es un concepto que pone de manifiesto la necesidad de que todas las organizaciones, sean éstas sean públicas, privadas o sociales, tengan en cuenta las dimensiones ambiental, social, económica y pública a la hora de crear valor, ya que las cuatro dimensiones están intrínsecamente ligadas e interconectadas entre sí. Si bien cada uno de estos sectores debe mantener su foco de creación de valor respectivo, el principio de corresponsabilidad e interdependencia exige que comiencen a complementarse y actuar de forma conjunta con los otros dos, porque en el actual contexto social ningún sector puede actuar por sí solo. Este cambio que supone pasar del modelo tradicional unidimensional al inter-retro-dependiente en el que se basa el desarrollo humano sostenible, demanda que las instituciones de cada sector se ocupen de su misión específica, aquello para lo que fueron creadas, y consideren al mismo tiempo su articulación con las instituciones de los otros dos sectores, con el fin de acompañar y sumar en el proceso de creación de valor de las mismas. A esto se refiere Michael Porter con el concepto de valor compartido. El sector social, representado por las organizaciones de la sociedad civil, de beneficencia, caridad y filantrópicas, históricamente tuvo como función hacer el bien y ocuparse de los problemas de los más necesitados, brindándoles asistencia a aquellos grupos en situación de riesgo dentro de la sociedad que precisan inexorablemente de ayuda porque por su condición de precariedad, vulnerabilidad y pobreza no están en condiciones de valerse por sí mismos para asegurarse el sustento y su inclusión social. Sin embargo, hoy está claro que la beneficencia, la caridad y el asistencialismo en algunos casos son imprescindibles, pero no resultan suficientes ya que no generan las transformaciones que hoy la sociedad reclama y necesita. De modo que la demanda para las organizaciones del sector social es que incorporen en su accionar la lógica de la eco-eficiencia, la eficacia y la medición de impacto, considerando a los fondos que reciben –no importa si provienen del sector público, privado o de los ciudadanos– como inversiones sociales capaces de generar verdaderos dividendos sociales en términos de educación, salud, bienestar y calidad de vida. En la actualidad, además, los mismos parámetros, principios y valores que la sociedad utiliza para evaluar el accionar de las empresas y los gobiernos rigen hoy para las organizaciones de la sociedad civil, cuya legitimidad depende cada vez más de que sean exitosas en el cumplimiento de sus objetivos y misión. Deben atender asimismo a la misma agenda de legitimidad, transparencia, gobernabilidad y validación externa, lo que además las vuelve susceptibles de recibir los mismos cuestionamientos que cualquiera de las instituciones que integran los otros dos sectores. Es en esta instancia, donde se encuentran estas tres formas de institucionalidad, en las que se reúnen y alinean la creación de valor social sostenible, con la creación de valor económico sostenible, la creación de valor público sostenible y la creación de valor ambiental (que es común a los tres sectores), da como resultado la creación de valor sostenible o integral.
El concepto Industria 4.0 (también señalado como cuarta revolución industrial, Industria inteligente o Ciberindustria del futuro) corresponde a una nueva manera de organizar los medios de producción. El objetivo que pretende alcanzarse es la puesta en marcha de un gran número de “fábricas inteligentes” (smart factories) capaces de una mayor adaptabilidad a las necesidades y a los procesos de producción, así como a una asignación más eficiente de los recursos, abriendo así la vía a una nueva revolución industrial o Cuarta revolución industrial. Las bases tecnológicas en que se apoya esta orientación, entre otras son las siguientes: • Internet de las cosas • Sistemas ciberfísicos • Cultura maker (Cultura Hágalo usted mismo) • Fábrica 4.0 Sin embargo, la Industria 4.0 no se reduce exclusivamente a los cuatro puntos recién citados, sino que es mucho más que eso. La Industria 4.0 es consistente con la llamada Cuarta Revolución Industrial, enfatizando y acentuando la idea de una creciente y adecuada digitalización y coordinación cooperativa en todas las unidades productivas de la economía. Industria 4.0 es un concepto nuevo, que también recibe otras denominaciones o subdenominaciones: Ciberusina, Ciberfábrica, Usina digital, Industria digital, Advanced Manufacturing, Futurprod, Integrated Industry, Smart-Industries, Intelligent Manufacturing System. Este concepto de Industria 4.0 que aquí se presenta no es una realidad ya consolidada y experimentada, sino un nuevo hito en el desarrollo industrial que sin duda marcará importantes cambios sociales en los próximos años, haciendo un uso intensivo de Internet y de las tecnologías punta, con el fin primordial de desarrollar plantas industriales y generadores de energía más inteligentes y más respetuosos con el medio ambiente, y con cadenas de producción mucho mejor comunicadas entre sí y con los mercados de oferta y demanda. Orígenes Este concepto de Industria 4.0 expresa la idea que el mundo se encuentra en los prolegómenos de lo que podría llamarse Cuarta Revolución Industrial; o sea, en una fecha próxima a un hito importante en el desarrollo industrial, que justifique decir que se ha iniciado una nueva fase o una nueva etapa. Después del desarrollo de la máquina de vapor y de la mecanización (segunda mitad del siglo XVIII), después del desarrollo de la electricidad con fines domésticos e industriales (fin del siglo XIX), y después de la automatización (siglo XX), la nueva etapa (cuarta etapa) de la transformación industrial muy posiblemente estará sustentada en la llamada fábrica inteligente, caracterizada por la interconexión de máquinas y de sistemas en el propio emplazamiento de producción, y por un fluido intercambio de información con el exterior (con el nivel de oferta y demanda de los mercados, y/o con los clientes, y/o los competidores, y/o con otras fábricas inteligentes, etc.). Este concepto de nueva estructuración industrial o Industria 4.0, fue presentado por primera vez en la Feria de Hanover (salón de la tecnología industrial) en el año 2011.https://es.wikipedia.org/wiki/Industria_4.0 - cite_note-21 Y en la misma feria pero en el año 2013, un pormenorizado informe detallando este concepto y sus implicaciones, también fue presentado y defendido por un selecto grupo de trabajo e investigación. Actores y líderes La llamada Industria 4.0 es uno de los proyectos clave de la estrategia relativa a las tecnologías punta del gobierno alemán, que promueve la revolución digital de las industrias. En Francia, las sociedades como Oracle, Dassault Systèmes, EADS, Astrium, están muy implicadas en el desarrollo de la Industria 4.0. En Estados Unidos, el proyecto "Smart Manufacturing Leadership Coalition (SMLC)" se orienta también a las modalidades de la fabricación industrial del futuro. E independientemente, General Electric trabaja desde hace unos años en un proyecto titulado Industrial Internet, que busca asociar y complementar los avances tecnológicos: - La multiplicidad de máquinas, de dispositivos, y de redes, resultantes de la llamada Revolución Industrial. - Los desarrollos más recientes de los sistemas de información y de comunicación, brindados por la llamada Revolución de Internet (o Revolución informática y de las telecomunicaciones). Hacia la digitalización de las fábricas La Industria 4.0 es la completa digitalización de las cadenas de valor a través de la integración de tecnologías de procesamiento de datos, software inteligente y sensores, desde los proveedores hasta los clientes, para poder predecir, controlar, planear y producir de forma inteligente, lo que genera mayor valor a toda la cadena. Lo anterior implica un buen grado de automatización y de digitalización de usinas y fábricas. Recurriendo a Internet y a los sistemas ciber-físicos, o sea, recurriendo a redes virtuales con posibilidades de controlar objetos físicos, se pueden ir modernizando las plantas fabriles hasta transformarlas en fábricas inteligentes caracterizadas por una intercomunicación continua e instantánea entre las diferentes estaciones de trabajo que componen las propias cadenas de producción, de aprovisionamiento, y de empaque y despacho. La utilización de captores aporta a las máquinas y herramientas de la planta, una capacidad de autodiagnóstico de situación que permite un control a distancia, asegurando su eventual retiro de servicio como su mejor integración en el sistema productivo global. Flexibilidad de una fábrica y personalización de la producción Agregando la inteligencia a las herramientas y máquinas de una fábrica, así como a otros elementos tales como depósitos y existencias de materias primas y de productos semielaborados, y asegurando enlaces y comunicaciones a través de una red interna ligada al exterior, se introduce gran flexibilidad en el proceso productivo y gran adaptabilidad a situaciones fortuitas, todo lo que puede contribuir al aumento y mejora de la producción. Las particulares necesidades y conveniencias de consumidores finales o clientes, así como de intermediarios, proveedores, y asociados, que de alguna manera se encuentren relacionados o involucrados con el proceso productivo en sí, y/o con sus insumos, y/o con sus productos, pueden ser mejor contempladas a través de algún grado de personalización o de adaptación, por ejemplo, modificando algunas características de los productos a ellos destinados, y/o asegurando ciertas fechas de entrega o ciertos plazos de entrega, etc. Por lo tanto, así es posible manejar una producción a gran escala, con productos bastante personalizados según necesidades particulares, y a la vez, sin mantener stocks exageradamente voluminosos, y asegurando buena satisfacción a todos o a la mayoría de los clientes.
Desde que inició su mandato, el Papa Francisco ha utilizado con frecuencia la expresión 'cultura del descarte', para referirse a nuestra sociedad extremadamente consumista, que tiene como prioridad la maximización de las ganancias y que descarta productos e incluso la vida humana: los pobres, los inmigrantes, los ancianos, los niños no nacidos, las personas económicamente vulnerables, los que no tienen voz. En una entrevista a Henrique Cymerman, el pontífice explica: “Creo que estamos en un sistema mundial económico que no es bueno. En el centro de todo sistema económico debe estar el hombre, el hombre y la mujer, y todo lo demás debe estar al servicio de este hombre. Pero nosotros hemos puesto al dinero en el centro, al dios dinero. Hemos caído en un pecado de idolatría, la idolatría del dinero. La economía se mueve por el afán de tener más y, paradójicamente, se alimenta una cultura del descarte. Se descarta a los jóvenes cuando se limita la natalidad. También se descarta a los ancianos porque ya no sirven, no producen, es clase pasiva… Al descartar a los chicos y a los ancianos, se descarta el futuro de un pueblo porque los chicos van a tirar con fuerza hacia adelante y porque los ancianos nos dan la sabiduría, tienen la memoria de ese pueblo y deben pasarla a los jóvenes.
Y ahora también está de moda descartar a los jóvenes con la desocupación. A mí me preocupa mucho el índice de desocupación de los jóvenes, que en algunos países supera el 50%. Alguien me dijo que 75 millones de jóvenes europeos menores de 25 años están desocupados. Es una barbaridad. Pero descartamos toda una generación por mantener un sistema económico que ya no se aguanta, un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios. Pero como no se puede hacer la Tercera Guerra Mundial, entonces se hacen guerras zonales. ¿Y esto qué significa? Que se fabrican y se venden armas, y con esto los balances de las economías idolátricas, las grandes economías mundiales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente se sanean. Este pensamiento único nos quita la riqueza de la diversidad de pensamiento y por lo tanto la riqueza de un diálogo entre personas.
La globalización bien entendida es una riqueza. Una globalización mal entendida es aquella que anula las diferencias. Es como una esfera, con todos los puntos equidistantes del centro. Una globalización que enriquezca es como un poliedro, todos unidos pero cada cual conservando su particularidad, su riqueza, su identidad, y esto no se da”. Siguiendo con esta misma lógica, en su Enciclica LaudatioSi el Papa Francisco ha denunciado que nuestra madre tierra, que nos nutre y nos sostiene, está siendo objeto de la misma "la lógica del desecho". "La Tierra, nuestro hogar, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería,” afirmó el pontífice. La preocupación es que el aire que respiramos, el agua que bebemos, el suelo donde cultivamos nuestra comida se está contaminando.
El decrecimiento es una corriente de pensamiento político, económico y social favorable a la disminución regular controlada de la producción económica, con el objetivo de establecer una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, pero también entre los propios seres humanos. Rechaza el objetivo de crecimiento económico en sí del liberalismo. En palabras de Serge Latouche: “la consigna del decrecimiento tiene como meta, sobre todo, insistir fuertemente en abandonar el objetivo del crecimiento por el crecimiento [...] En todo rigor, convendría más hablar de ‘acrecimiento’, tal como hablamos de ‘ateísmo’”.
La conservación del medio ambiente, afirman sus partidarios, no es posible sin reducir la producción económica, que sería la responsable de la reducción de los recursos naturales y la destrucción del medio que los genera, que actualmente estaría por encima de la capacidad de regeneración natural del planeta. Además, también cuestionan la capacidad del modelo de vida moderno para producir bienestar. Por estas causas se oponen al desarrollo sostenible. El reto estaría en vivir mejor con menos. Para ello, proponen una disminución del consumo y la producción controlada y racional, respetando el clima, los ecosistemas y a los propios seres humanos. Esta transición se realizaría mediante la aplicación de principios más adecuados a una situación de recursos limitados: escala reducida, relocalización, eficiencia, cooperación, autoproducción (e intercambio), durabilidad y sobriedad.
En definitiva, y tomando como base la simplicidad voluntaria, buscan reconsiderar los conceptos de poder adquisitivo y nivel de vida. De no actuar razonadamente, opinan que se llegaría a una situación de decrecimiento forzado debido a la falta de recursos: si no decrecemos en virtud de un proyecto racional, mesurado y consciente, acabaremos por decrecer como consecuencia del hundimiento sin fondo del capitalismo global. Argumentan asimismo que no se debe pensar en el concepto como algo negativo, sino muy por el contrario: cuando un río se desborda, todos deseamos que decrezca para que las aguas vuelvan a su cauce.
La crisis de sustentabilidad de la vida a nivel mundial se agravó de tal forma, que nos obliga inmediatamente a tomar decisiones de cara a la acción. Pero no de cualquier manera. Lo cierto es que los plazos se tornan cada vez más cortos. Es como un avión en la pista de despegue cuando alcanza el punto crítico de no retorno. O levanta el vuelo y sigue su curso, o no consigue alzar el vuelo y se estrella en las piedras.
Se presentan tres escenarios posibles:
El primer escenario, conservador, representa la tendencia actual de los años 90. El neoliberalismo globalizado muestra escasa sensibilidad por el drama mundial de los pobres. Es capaz de ser homicida y etnocida. Y puede revelar ahora su rostro de ecocida.
El segundo escenario, reformista, se sitúa dentro de la matriz moderna, pero procura minimizar los efectos no deseados con la introducción de técnicas menos contaminantes y más equidad social. El tercer escenario liberador, representa la real alternativa. Implica un profundo cambio de nuestra civilización, en el caso de que queramos vivir colectivamente. La gravedad de la situación nos impide la timidez. Precisamos buscar nuevos caminos. Sin eso no hay salvación para la comunidad planetaria.
En primer lugar, es necesario mantener viva la perspectiva de globalidad. No hay más soluciones regionales. Ni hay Arca de Noé que salve a algunos y deje perder a los demás. O nos salvamos todos, o todos nos perderemos.
En segundo lugar, importa que caminemos en dirección de una democracia ecológico-social planetaria. La democracia puede y debe ser vivida en todas las instancias donde las personas se relacionan: en la familia, en la escuela, en las asociaciones de la sociedad civil, en las iglesias y en la propia sociedad.
En la democracia social deben darse respuesta a las exigencias de una ecología social. La agresión que padece el ser humano a causa de la explotación de su fuerza de trabajo y de las condiciones de vida a la que está sometido representa una agresión a la naturaleza. Es el ser de la creación al que menos se le hace justicia. No son ballenas, o el oso panda de China, sino pobres del mundo, condenados a morir antes de tiempo, o pueblos en extinción, como los caiapós y los yanomanis del Brasil, entre otros. De allí la razón impostergable de la opción por los pobres. Desde la perspectiva de la ecología social, esta opción incluye también a las especies más amenazadas de exterminio (solamente en la Amazonia están amenazadas 50.000 especies hasta el final del milenio). En esta democracia ecológico-social, ciudadanos no son solamente los humanos, sino todos los seres que componen el mundo humano-social. La democracia se abre entonces hacia una biocracia, hacia una cosmocracia. Por lo tanto, todos los seres de la naturaleza son ciudadanos sujetos de derecho, respeto y veneración. De ello deriva la exigencia política de una educación ecológica, que inicie a los seres humanos en la convivencia con sus hermanos y hermanas cósmicos en una misma sociedad. El día en que prevalezca esta democracia ecológico-social planetaria se habrán creado las condiciones para la alianza de fraternidad con la naturaleza.
En tercer lugar, se debe redefinir el sentido de la política y la economía. Política, tiene que ver con la convivencia humana, la búsqueda y la realización del bien común. El bien común hoy, no es sólo humano. Es el bien común de toda la naturaleza. Incluye el derecho al futuro que todos los seres deben tener. Más que una técnica del poder, es el arte sinérgico de crear continuamente convergencias en la diversidad, el arte de hacer posible lo imposible. Es la práctica amorosa de la creación de condiciones de vida y dignidad para todos los seres. La economía debe ser una economía ecológica. ¿Cómo podría ir bien la economía, si la Tierra va mal? El propósito de la economía ecológica es la de sintonizar la economía de la Tierra con la economía de los seres humanos, apuntando a la sustentabilidad y a la calidad de vida mundial de las personas y de los demás seres de la naturaleza. Eso significa hacer justicia para la generación presente y también para la futura, porque va a heredar una sociedad y una naturaleza sustentable. Lo que decimos de la economía ecológica debe ser dicho de la ecoagricultura. Su objetivo no es sacar el máximo provecho humano de las potencialidades que el ecosistema presenta, sino crear más vida, más fertilidad en el suelo y más sustentabilidad del ambiente.
Reconocer a la naturaleza como una entidad dotada de derechos es jurídicamente posible, tiene en cuenta una situación real y responde a una necesidad práctica. Así lo sostuve en mi ensayo "La Naturaleza de los Derechos y los Derechos de la Naturaleza". La primera versión de este ensayo llevaba todavía un título interrogativo: "La Naturaleza: ¿un Nuevo Sujeto de Derecho?". También se presentó en forma de interrogante una posterior versión abreviada en inglés: "Should we Recognize Nature's Claim to Legal Rights?". Hoy día, sin embargo, he llegado a la conclusión de que el reconocimiento de los derechos de la naturaleza constituye un imperativo, una verdadera conditio sine qua non, para estructurar un auténtico Derecho Ecológico capaz de frenar el acelerado proceso de destrucción de la biosfera. La plena incorporación de la naturaleza al Derecho en calidad de sujeto se logrará, sin duda, sólo en forma paulatina; por de pronto, basta con establecerla como una meta que ha de señalar el rumbo que debemos seguir.
Cada día es más evidente que, si queremos aspirar a soluciones viables y duraderas de los problemas ecológicos que hemos creado, no podemos seguir ignorando la existencia de una naturaleza poseedora de intereses propios cuya vulneración es la causa de aquellos problemas. Debemos tratar de contrapesar los abrumadores intereses de nuestra sociedad tecnocrática y consumista que colman uno de los platillos de la balanza ambiental, colocando en el otro platillo intereses de la entidad creadora y sostenedora de la vida que es la naturaleza. Para llenar este platillo ya no resultan suficientes intereses más o menos claros de grupos humanos relativamente determinables e identificados en mayor o menor grado con uno u otro aspecto del mundo natural, cuando en el platillo opuesto se han acumulado intereses muy definidos y vigorosos que representan todas las facetas del mundo artificial de la presente era industrial. Tampoco se gana mucho con agregar al contenido del platillo ecológico el "interés público" o "interés general de la sociedad", toda vez que este interés, además de ser en muchos casos difícil de precisar, puede fácilmente interpretarse como contrario a la protección de la naturaleza por la tendencia prevaleciente de identificar el interés de la humanidad con el de la tecnocracia; con ello se llega a justificar cualquiera aberración, incluso la guerra atómica.
La única manera de equilibrar la balanza y ponderar debidamente las necesidades de la biosfera frente a las pretensiones de la tecnósfera consiste en reconocer a la naturaleza como parte interesada en los conflictos ambientales y permitirle asumir en nombre propio la defensa del mundo natural. El mal funcionamiento de la balanza, que se va acentuando día a día, ha sumido al planeta en la actual crisis ecológica sin precedentes. La gran perdedora no es solamente la naturaleza, sino la propia humanidad cuyos intereses, en definitiva, coinciden plenamente con los de la biosfera por mucho que se quiera hacernos creer lo contrario. Por lo mismo, el reconocimiento de los derechos de la naturaleza, lejos de atentar contra los derechos de los seres humanos, constituye una garantía de que estos derechos sean apreciados en su verdadero significado y alcance y de que sean debidamente resguardados ante las presiones ejercidas por una tecnocracia deshumanizada.
El paradigma de la INSOSTENIBILIDAD
… o la destrucción de Valor.
Ejes transversales al proceso de toma de decisiones:
• Abordaje fragmentado de la realidad (no sistémico)
• Reduccionismo, linealidad y simplificación
• Mirada de corto plazo
• No valoración de la diversidad
• No respeto por la singularidad
• No respeto por lo diferente
• No respeto por la capacidad de carga de los ecosistemas
• No respeto por los límites planetarios
• No a la evaluación de impacto ambiental
• No al principio precautorio
• No a la corresponsabilidad y a la interdependencia
• No a la transversalidad
• Verticalidad en el poder
• No a la gobernabilidad
• No a la legitimidad y a la validación externa
• No a los derechos humamos
• No al estado de derecho
• No a la República
• Democracia eleccionaria
• Sociedad civil no organizada
• Ciudadanía no activa
• No a la democratización de las organizaciones
• No a la cogestión y al codiseño
• No al diálogo multi: multiparte, multisectorial, multiplural
• No al libre acceso a la información y a los actos de gobierno
• No a la transparencia y a la medición de impacto
• Desigualdad de acceso a las oportunidades
• Inequidad intergénero e intergeneracional
• No a la inclusión
• Discriminación: Intolerancia y no al pluralismo
• Desarrollo insostenible: Patrones de consumo insostenibles
• Modelo energético basado recursos no renovables
• Defensa de los privilegios para los grupos de presión e interés
• Organizaciones sin responsabilidad social
• No a la triple cuenta de resultado
• No a los balances de sostenibilidad
• Competencia salvaje y consumismo
• Modelo de liderazgo basado en el caudillismo
• No a la cultura de paz y a la ética del cuidado
• No a la dignidad humana: la deshumanización
• El ser humano como un sobjeto
La deuda ecológica es el nivel de consumo de recursos y descarga de desechos por una población, y que resulta superior a la producción natural local sostenible y su capacidad de asimilación. El término se ha utilizado desde 1992 por algunas organizaciones ambientales. El primero en utilizar este término fue el Instituto de Ecología Política de Chile (M.L.Robleto and W. Marcelo, Deuda Ecológica, IEP, Santiago de Chile, 1992). En la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en 1992, los políticos y los líderes empresariales introdujeron la supuesta solución para la crisis de la deuda externa con los países del sur. Propusieron un "canje de deuda por naturaleza", lo que significa que los países que poseen una gran biodiversidad y recursos abundantes en su medio ambiente, se los darían a los países desarrollados a cambio de que el Banco Mundial redujera su deuda.
En un sentido general, la deuda ecológica se refiere al agotamiento total de los recursos globales, más allá de la capacidad de la Tierra para regenerarlos. El concepto, en este sentido, se basa en la capacidad de carga bio- física de un ecosistema. A través de la medición de huellas ecológicas, la sociedad humana puede determinar la velocidad a la que se está agotando los recursos naturales. En última instancia, el imperativo de la sostenibilidad requiere que la sociedad humana viva dentro de los medios del sistema ecológico para sustentar la vida a largo plazo. Ya se conoce también el “día de la deuda ecológica”, momento exacto en que la humanidad pasó a estar en falta con la capacidad de regeneración de los ecosistema. Ese día fue el 19 de diciembre de 1987. Ser conscientes de esta fecha nos obliga a tener que volver una vez más sobre el concepto de control de daños e incorporar el de la resiliencia, que es el proceso necesario para volver al estado inicial y poder superar la adversidad, adaptarse y recuperarse (es importante que tengamos en cuenta que a pesar de todos los esfuerzos que podamos hacer en pos de la restauración del planeta hay una enorme cantidad de especies que se han extinguido durante el último siglo por la acción del hombre y que nunca podrán volver a ser recuperadas)
Una ecoaldea es una comunidad intencional cuya intención es ser social, ecológica y económicamente sostenible. Su desarrollo se basa en un respeto por la naturaleza, en el uso de energías renovables, la sustentabilidad tanto alimenticia como económica, el reciclaje y el uso de materiales de construcción ecológicos. Robert Gilman, uno de los principales promotores e impulsores de las ecoaldeas a nivel internacional, define lo que es una ecoaldea: "Una ecoaldea es un asentamiento humano, concebido a escala humana, que incluye todos los aspectos importantes para la vida, integrándolos respetuosamente en el entorno natural, que apoya formas saludables de desarrollo y que pueda persistir indefinidamente." [editar]Bases de una Ecoaldea Escala humana: todo el mundo se conoce y se comunica con los demás, participando de la dirección y evolución de la comunidad. El tamaño de estas comunidades auto-organizadas en ecoaldeas no debería sobrepasar los 500 habitantes [cita requerida]. Completa funcionalidad vital: estudios, trabajo, ocio, necesidades diarias, todo queda cubierto dentro de la ecoaldea. Esto no significa un aislamiento del exterior de la vida organizada tradicional urbana; la ecoaldea se relaciona con el exterior en términos de elementos que sobrepasan las características de una ecoladea, como en el transporte a largas distancias o el uso de hospitales; el ideal es una sociedad distribuida formada por ecoaldeas. Integración con la naturaleza: en definitiva se trata de una vida sostenible, que respeta y cuida el entorno, que practica una actividad agrícola tradicional, que utiliza construcciones bioclimáticas, recicla residuos, aprovecha las energías renovables, etc.
Eco-innovación o Innovación ecológica es el desarrollo de productos y procesos que contribuyen al desarrollo sostenible, aplicando conocimientos y estrategias comerciales para generar mejoras ecológicas directa e indirectamente. Lo anterior incluye una serie de ideas relacionadas con avances tecnológicos ecológicamente amigables para construir un camino beneficioso hacia la sosteniblidad. En su libro, Eco Innovación. Integrando el medio ambiente en la empresa del futuro, Claude Fussler y Peter James, definen la eco-innovación como “productos y procesos nuevos que proveen valor al cliente y a la empresa pero disminuyen significativamente el impacto al medio ambiente". El concepto eco-innovación está estrechamente relacionado con una variedad de otros similares. Es usualmente sustituido por "Innovación Ecológica", y es comúnmente asociado con la tecnología ambiental, eco-eficiencia, diseños ecológicos, diseños sustentables, o innovación sustentable. Mientras que el término "innovación ambiental" es usado en contextos similares a "eco-innovación", otros términos son usados frecuentemente refiriéndose al diseño del proceso o producto, y, por lo tanto, buscan centrarse en los aspectos tecnológicos de la eco-innovación más que centrarse en los aspectos políticos y sociales. Eco-innovación como proceso social Como proceso social, la eco-innovación se refiere al proceso por el cuál el capitalismo responsable se alinea con la innovación ecológica para construir productos que tienen una naturaleza generativa y se pueden reciclar para ser usados en otras industrias.
Según la definición de la Unión Europea, la economía azul es “la economía que reconoce la importancia de los mares y los océanos como motores de la economía por su gran potencial para la innovación y el crecimiento”. Por su parte, en el informe Principios para una economía azul sostenible, la organización ecologista internacional World Wildlife Fund (WWF/Adena) le da al término un significado amplio —la actividad económica del sector marítimo— y otro más restringido —el uso del mar y sus recursos para un desarrollo económico sostenible y rentable.
Relación con la economía verde
La economía verde o economía ecológica es “la ciencia que se ocupa de una gestión económica que favorece la sostenibilidad.” Según este enfoque, la economía azul es parte de la economía verde y totalmente compatible con ella.
En la Conferencia de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas celebrada en 2012 en Río de Janeiro, las pequeñas islas del Pacífico proclamaron que, para ellas, la economía verde era en realidad una economía azul.
De acuerdo con Bernhard Friess, director de asuntos marítimos y pesquerías (DG MARE) de la Unión Europea, y la estrategia Crecimiento Azul, estos sectores son:
• Energía renovable
• Pesca
• Acuicultura
• Turismo
• Biotecnología azul
• Minería del lecho marino
Los principios de la economía azul, numerados por WWF en su documento del mismo título, son:
• Que todos los actores económicos (gobiernos, empresas, ecologistas y ciudadanía) establezcan objetivos claros, medibles y coherentes (por ejemplo, las capturas anuales de pescado, la calidad de las aguas, etc.).
• Medir y comunicar regularmente el avance hacia dichos objetivos.
• Crear un entorno económico y legislativo que proporcione a la economía azul los incentivos adecuados a través de impuestos, subvenciones o permisos.
• Planear y gestionar de manera eficaz el espacio marino y sus recursos.
• Desarrollar y aplicar los estándares y las mejores prácticas que lleven a un aprovechamiento sostenible de los recursos marinos.
• Reconocer que la economía marítima y la terrestre están entrelazadas y que muchas de las amenazas para el mar se originan en tierra.
• Cooperar activamente, compartir información y conocimiento para alcanzar un futuro sostenible y próspero para todos.
“La Economía Azul”, es un libro de Gunter Pauli, en el cual el autor aborda la manera en que pensamos el medio ambiente, la agricultura, la manufactura y los residuos, con el fin de adaptarlos a los principios del desarrollo sostenible, copiando simplemente la forma de actuar de la naturaleza. Esto supone rediseñar todo nuestro modo de vivir y de producir dejando de empobrecer el planeta a expensas de futuras generaciones. El informe fue solicitado por el Club de Roma. La economía azul busca sacar el máximo partido a los recursos disponibles, todo ello sin olvidar que los residuos también tienen que ser aprovechados. Y es que, para la economía azul, los residuos son considerados otra fuente de riqueza.
La economía circular es una filosofía de organización de sistemas inspirada en los seres vivos, que persigue el cambio de una economía lineal (producir, usar y tirar) hacia un modelo circular, tal y como ocurre en la naturaleza. Para ello, divide los componentes de los productos en dos grupos generales: nutrientes biológicos y técnicos (biological and technological nutrients). Los nutrientes biológicos son biodegradables: se pueden introducir en la naturaleza después de que su valor de uso ya no sea rentable. Ejemplos de nutrientes biológicos podrían ser tejidos de algodón, materiales plásticos biodegradables, ésteres orgánicos (jabón), etc. Los nutrientes técnicos hacen referencia a los componentes tecnológicos que son poco aptos para los seres vivos y, por ello, son reutilizados una y otra vez sin entrar en la naturaleza. Estos componentes se diseñan para poder ser ensamblados y desmontados un gran número de veces, favoreciendo la reutilización de materiales y el ahorro energético. El término abarca mucho más que la producción y el consumo de bienes y servicios, pues incluye entre otras cosas, el cambio de los combustibles de fósiles al uso de la energía renovable, y la diversificación como medio de alcanzar la resiliencia. Como parte del debate, también debe incluir una profunda discusión sobre la función y el uso del dinero y de las finanzas, y algunos de sus pioneros también han pedido renovar las herramientas de medida del rendimiento económico.
Los productos pueden ser desmontados una vez que dejan de ser útiles, y sus componentes vuelven a formar parte de los ciclos naturales o industriales con un consumo mínimo de energía. Los nutrientes biológicos estarían compuestos de materiales totalmente biodegradables que podrían regresar a la naturaleza sin problemas y ser integrados en los procesos naturales. Los nutrientes técnicos, principalmente polímeros o aleaciones, pueden ser reutilizados de manera sencilla y poco costosa en términos energéticos.
Los sistemas naturales más resistentes (capacidad de un sistema para soportar una perturbación, manteniendo su estructura y funcionamiento) son los ecosistemas que están compuestos por una mayor diversidad de organismos y de interacciones entre los mismos. En el mundo económico se puede aplicar una filosofía parecida, para mejorar la respuesta a las crisis económicas y productivas. Por ejemplo, una empresa que tenga una mayor diversidad de proveedores podría resistir mejor la quiebra de uno de ellos. Independientemente de la escala, los elementos de un sistema están altamente interrelacionados mostrando, en muchas ocasiones, relaciones no lineales entre ellos. Así, cuando diseñamos un sistema debemos entender las interrelaciones dentro de los elementos que lo componen además de los elementos externos.
La economía circular apuesta por un nuevo modelo en el que la tecnología podría ser alquilada por la empresa productora al usuario. El productor iría mejorando cada cierto tiempo el producto usando los componentes de los aparatos que van quedando obsoletos. Como ocurre en la naturaleza, toda la energía procede de fuentes que se van renovando con el paso del tiempo, fundamentalmente el sol. La economía circular apuesta por la substitución de los combustibles fósiles y nucleares por energías renovables. Los precios deben reflejar el costo real del producto para favorecer un consumo racional.
Orígenes
El término "economía circular" se utilizó por primera vez en la literatura occidental en 1980 (Pearce y Turner 1990) para describir un sistema cerrado de las interacciones entre economía y medio ambiente. Como idea genérica enmarca un número de aproximaciones más concretas que incluyen Cradle to Cradle, biomímesis, ecología industrial, y la ‘economía azul'. Más frecuentemente descrito como marco para pensar, sus seguidores sostienen que es un modelo más coherente, que tiene valor como respuesta al final de la era de materiales y combustibles baratos.
En Alemania y Japón la interpretación de la economía circular se basa en la gestión de los residuos a través de las 3R (reducir, reciclar, reutilizar) La idea subyacente es que el actual flujo lineal de los materiales (recursos-producto-residuos) necesita ser transformado en un flujo circular (recurso-producto-recursos reciclado).
En enero 2012, la Fundación Ellen MacArthur y desarrollado por McKinsey & Company publicó un informe titulado Hacia la Economía Circular: Racionalidad económica y de negocios para una transición acelerada, donde resaltó la oportunidad económica y empresarial de un modelo circular restaurativo. Utilizando estudios de caso del producto y análisis económico, el informe detalla el potencial de los beneficios significativos para la Unión Europea. Argumenta que un subconjunto del sector de fabricación de la UE podría generar ahorros de costo de materiales netos por un valor hasta de $630 mil millones en 2025 — estimulando la actividad económica en las áreas de desarrollo de producto, remanufacturado y reparación. También identificó los bloques de toma de decisiones claves para hacer la transición a una economía circular, concretamente en habilidades de producción y diseño circulares, modelos empresariales nuevos, habilidades en construir cascadas y ciclos inversos, y ciclos cruzados y de colaboración entre sectores.
Una economía verde procura asegurar una relación amigable entre los procesos productivos de la sociedad y los procesos naturales, promueve la conservación, recuperación y uso sustentable de los ecosistemas, y trata como activos financieros de interés público los servicios que prestan ellos a la vida. Esta economía debe caracterizarse por la existencia de inversiones públicas y privadas, reglas, instituciones, tecnologías, políticas públicas, programas gubernamentales y prácticas de mercado orientadas a:
• Mejora permanente de los procesos productivos
• Aumento de la ecoeficiencia y reducción del consumo de los recursos naturales
• Reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero
• Transformación de residuos de un proceso en insumo de otros
• Internalización de los costos de las externalidades en los precios de los productos
• Protección de los manantiales, uso eficiente del agua y universalización del saneamiento básico
• Aumento de la eficiencia energética y ampliación de las fuentes limpias y renovables en las matrices energética y de transporte
• Mejora de movilidad y eficiencia de los medios de transporte
• Recuperación y preservación de los ecosistemas
• Mitigación de los efectos del cambio climático
Sin embargo, la economía también debe ser inclusiva, es decir, las inversiones públicas y privadas, las reglas, las instituciones, las tecnologías y los programas deben estar orientados a responder a las necesidades y derechos de todos los seres humanos, sin lo cual no será posible construir ambientes sociales saludables para ninguna actividad productiva. La economía debe, por tanto, promover el desarrollo equilibrado entre los capitales financiero, humano, social y natural. Forma parte de ese propósito la distribución equitativa de la riqueza y de las oportunidades de generación de renta y acceso a bienes y servicios públicos, al asegurar condiciones de vida digna para toda la población, erradicar la pobreza y reducir las desigualdades sociales. Ello requiere ampliar la participación de la base de la pirámide en el proceso productivo y en el mercado de bienes y servicios, y la mejora de cualificación de la fuerza de trabajo y de las relaciones laborales, para que los derechos humanos sean una realidad para todo el conjunto de la sociedad. Es fundamental que se trabajen también los valores éticos y de integridad, la cultura de la transparencia y los mecanismos de combate a la corrupción, indispensables para alcanzar los objetivos de una economía inclusiva, verde y responsable.
La Ecotropía es el proceso de desarrollo sostenible que tiene en cuenta el ciclo de vida de los productos que consumimos. Este proceso se puede traducir en una ecotabla o tabla ambiental en cada producto. Nos permite determinar la eficiencia ambiental y la sostenibilidad de todo proceso. Aplicado al caso particular de los tratamientos de efluentes líquidos nos dice si aporta o no y en que magnitud Gases Efecto Invernadero (GEI).
Ciclo de vida de los productos Por ciclo de vida de un producto se entiende el «conjunto de etapas desde la extracción y procesamiento de sus materias primas, la producción, comercialización, transporte, utilización, hasta la gestión final de sus residuos». Los impactos ambientales globales que genera un producto tienen su origen en un consumo elevado de recursos y de energía y en la generación de emisiones contaminantes directas o indirectas y tienen como consecuencia el agotamiento de los recursos naturales, los impactos sobre la salud humana y la disminución de la calidad ambiental, tanto en el entorno humano como en el natural. El aspecto clave para poder estudiar estas etapas y saber cómo mejorarlas ambientalmente es el diseño del producto.
La educación ambiental es un proceso pedagógico dinámico y participativo, que busca despertar en la población una conciencia que le permita identificarse con la problemática Ambiental tanto a nivel general (mundial), como a nivel especifico (medio donde vive); Busca identificar las relaciones de interacción e independencia que se dan entre el entorno (medio Ambiente) y el hombre, así como también se preocupa por promover una relación Armónica entre el medio natural y las actividades antropogénicas a través del desarrollo sostenible, todo esto con el fin de garantizar el sostenimiento y calidad de las generaciones actuales y futuras. La educación ambiental, además de generar una conciencia y soluciones pertinentes a los problemas ambientales actuales causados por actividades antropogénica y los efectos de la relación entre el hombre y medio ambiente, este mecanismo pedagógico además infunde la interacción que existe dentro de los ecosistemas. Los procesos y factores físicos, químicos así mismo biológicos, como estos reaccionan, se relacionan e intervienen entre sí dentro del medio ambiente, es otro de los tópicos que difunde la Educación Ambiental (EA), todo esto con el fin de entender nuestro entorno y formar una cultura conservacionista donde el hombre aplique en todos sus procesos productivos técnicas limpias (dándole solución a los problemas ambientales), permitiendo de esta forma el desarrollo sostenible. A través de lo anterior ya podemos definir dos líneas, sobre las cuales se basa la educación ambiental la primera que hacer referencia a como interactúa entre sí la naturaleza (medio ambiente) donde se definen los ecosistemas, la importancia de la atmósfera (clima, composición e interacción), el agua (la hidrosfera, ciclo del agua), el suelo (litosfera, composición e interacción), el flujo de materia y energía dentro de los diferentes entornos naturales (ciclos biológicos, ciclos bioquímicos), así mismo el comportamiento de las comunidades y poblaciones (mutualismo, comensalismo, entre otros). la segunda línea va dirigida a la interacción que hay entre el ambiente y el hombre, como las actividades antropogenicas influyen en los ecosistemas, como el ser humano ha apovechado los recursos, así mismo brinda la descripción y consecuencias de la contaminación generados en las diferentes actividades, como se puede prevenir (reciclaje, manejo adecuado de residuos y energia), que soluciones existen (procesos de tratamiento a residuos peligrosos, implementación de políticas Ambientales, entre otras) , promoviendo de una u otra forma el desarrollo sostenible y la conservación del entorno.
Teniendo en cuenta la carta de Belgrado, realizada en octubre de 1975, los Objetivos de la educacion ambiental a nivel mundial son: Toma de conciencia. Ayudar a las personas y a los grupos sociales a que adquieran mayor sensibilidad y conciencia del medio ambiente en general y de los problemas. Conocimientos. Ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir una comprensión básica del medio ambiente en su totalidad, de los problemas conexos y de la presencia y función de la humanidad en él, lo que entraña una responsabilidad crítica. Actitudes. Ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir valores sociales y un profundo interés por el medio ambiente que los impulse a participar activamente en su protección y mejoramiento. Aptitudes. Ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir las aptitudes necesarias para resolver los problemas ambientales. Capacidad de evaluación. Ayudar a las personas y a los grupos sociales a evaluar las medidas y los programas de educación ambiental en función de los factores ecológicos, políticos, sociales, estéticos y educativos. Participación Ayudar a las personas y a los grupos sociales a que desarrollen su sentido de responsabilidad y a que tomen conciencia de la urgente necesidad de prestar atención a los problemas del medio ambiente, para asegurar que se adopten medidas adecuadas al respecto.
Si partimos de la base de que muchas personas adultas no están lo suficientemente enteradas de cómo se debe reciclar, se comprende que gran cantidad de niños también lo desconozcan. Como asegura el diario digital larioja.com, en un taller de reciclaje para niños realizado en La Rioja el pasado año se descubrió que muy pocos niños conocen que es un punto limpio. Además, muchos de los pequeños aseguraron que “sus padres necesitarían un taller de estos” porque sus progenitores tiran el aceite por el fregadero o no utilizan correctamente los diferentes contenedores. Teniendo en cuenta lo anterior se debería comenzar a impartir en las escuelas para partir de preescolar asignaturas o talleres en los cuales se tratase el reciclaje debido a que cuanto más pequeños sean, con mayor facilidad aprenden y sin demasiado esfuerzo. En la actualidad, aunque ha aumentado la cifra de colegios que se sensibilizado con el medio ambiente y han incorporado en sus planes dedicarles juegos y otros métodos para ello, todavía existen centros de enseñanza en los que no se da nada cerca de esta cuestión. [editar]Lo que no se puede hacer la educación ambiental no puede ser una enseñanza lineal, en la que cada noción es ensenada sucesivamente según un orden preestablecido, cuya lógica solo es aparente para el que sabe. el alumno no puede hacer no puede hacer espontáneamente la síntesis de los conocimientos adquiridos. la educación ambiental no puede darse a base de lecciones debido a los siguiente: la iniciación al medio ambiente se incardina con la exploración de la biosfera por los alumnos, por lo que no puede existir una planificación rigurosa. la educación ambiental tiene mucho de formación de la personalidad: crea una actitud proclive al medio ambiente. el conocimiento es una consecuencia de esa actitud [editar]Lo que hay que hacer
"No sólo ser las mejores del mundo, sino también ser las mejores para el mundo", es el lema que caracteriza este nuevo movimiento mundial al que muchas empresas comienzan a sumarse. Surgidas en Estados Unidos, las Empresas B, como se las conoce, están cambiando la manera de entender y hacer negocios. Se caracterizan, básicamente, por que buscan dar una solución a problemas sociales y medioambientales desde el negocio mismo, es decir, sin perder de vista la rentabilidad, pero generando un impacto positivo en la sociedad. "Estas empresas se rigen por altos estándares sociales, ambientales y de transparencia, considerando no sólo los intereses financieros de sus accionistas, sino también otros intereses de largo plazo tales como los empleados, los proveedores y clientes, la comunidad a la que pertenecen y el medio ambiente", explica Sistema B en su web, representante para Sudamérica de B Lab, certificador oficial.
El movimiento ya cuenta con más de 3000 empresas alrededor del mundo y sigue creciendo. Es que la sustentabilidad llegó para quedarse y hoy es condición para competir en el mercado y ser atractivo para inversores, proveedores, clientes y empleados. En la Argentina varias empresas han obtenido la certificación, entre ellas Greca, dedicada al diseño sustentable; Emprendia, consultora en proyectos de sustentabilidad para empresas; y Guayakí, productor de yerba mate orgánica. La calificación B se aplica a la empresa en su conjunto, no a un producto o proceso, y se deben cumplir una serie de requisitos tales como contar con seis meses en el mercado. Luego, hay que completar los pasos en la web de Sistema b y obtener un puntaje mínimo de 80 sobre 200. Muchos starts up nacen bajo este nuevo paradigma, impulsados por la convicción de que se pueden hacer las cosas mejor.
Algunos de los beneficios de este movimiento:
• Son empresas muy atractivas para inversores de alto impacto
• Atraen talentos profesionales que desean desempeñarse en una empresa que tenga un propósito
• Permiten sumar nuevos clientes: las Empresas B se integran a las cadenas de valor de grandes empresas
• Generan interés en los consumidores
Todas las Empresas B miden su impacto social y ambiental y se comprometen de forma personal, institucional y legal a tomar decisiones considerando las consecuencias de sus acciones a largo plazo en la comunidad y el medioambiente. Asumen con responsabilidad y orgullo pertenecer a este movimiento global de empresas que quieren hacer un cambio, utilizando la fuerza de mercado para dar soluciones a problemas sociales y ambientales. Este nuevo tipo de empresa amplía el deber fiduciario de sus accionistas y gestores en sus estatutos para incorporar intereses no financieros de largo plazo, cumpliendo el compromiso de mejorar de forma continua sus impactos socioambientales, y operando con altos estándares de desempeño y transparencia.
Las empresas que se certifican NO son perfectas, pero toman un compromiso de mejora continua y ponen el propósito empresarial al centro de su modelo de negocio. Alineado, se consideran las acciones de la empresa en cinco áreas: Gobernanza, Trabajadores, Clientes, Comunidad y Medioambiente. Esta certificación es una revisión detallada de todos los ámbitos de la empresa. Busca ayudar a identificar todas las posibles áreas de mejora y oportunidades para ser un agente de cambio en la economía, protegiendo la misión y potenciando el triple impacto positivo. La certificación es entregada por B Lab, una entidad sin fines de lucro en Estados Unidos.
Se denomina energía renovable a la que se obtiene de fuentes naturales virtualmente inagotables debido a la inmensa cantidad de energía que contienen, y a que son capaces de regenerarse por medios naturales. Un concepto similar, pero no idéntico, es el de las energías alternativas, que son aquellas que pueden suplir a las energías o fuentes energéticas convencionales, ya sea por su menor efecto contaminante, o fundamentalmente por su posibilidad de renovación. El consumo de energía es uno de los grandes medidores del progreso y bienestar de una sociedad. El concepto de "crisis energética" aparece cuando las fuentes de energía de las que se abastece la sociedad se agotan. Un modelo económico como el actual, cuyo funcionamiento depende de un continuo crecimiento, exige también una demanda igualmente creciente de energía. Dado que las fuentes de energía fósil y nuclear son finitas, es inevitable que en un determinado momento la demanda no pueda ser abastecida y todo el sistema colapse, salvo que se descubran y desarrollen otros nuevos métodos para obtener energía: éstas serían las energías alternativas. Por otra parte, el empleo de las fuentes de energía actuales tales como el petróleo, gas natural o carbón, acarrea consigo problemas como la progresiva contaminación, o el aumento de los gases invernadero. De modo que el paso de la energía convencional a la alternativa representa un cambio que necesariamente tendrá que producirse durante este siglo.
Se denominan gases de efecto invernadero (GEI) o gases de invernadero a los gases cuya presencia en la atmósfera contribuye al efecto invernadero. Los más importantes están presentes en la atmósfera de manera natural, aunque su concentración puede verse modificada por la actividad humana, pero también entran en este concepto algunos gases artificiales, producto de la industria. Esos gases contribuyen más o menos de forma neta al efecto invernadero por la estructura de sus moléculas y, de forma sustancial, por la cantidad de moléculas del gas presentes en la atmósfera. De ahí que por ejemplo, el SF6, sea una eficaz molécula de EI, pero su contribución es absolutamnte ínfima al EI.
Efecto Invernadero
La atmósfera, por el hecho de ser muy transparente para la luz visible pero mucho menos para la radiación infrarroja, produce para la superficie terrestre el mismo efecto que el techo de cristal produce en un invernadero; la luz solar, que llega sin grandes obstáculos hasta el suelo, lo calienta, dando lugar a que emita rayos infrarrojos (ondas caloríficas), los cuales, a diferencia de los rayos de luz, son absorbidos en gran parte por el vidrio o la atmósfera. Al final la cantidad de energía emitida al espacio tiene que ser la misma que la absorbida, pero la superficie terrestre tiene que alcanzar la temperatura en que ambos flujos se equilibran, la cual es más alta en presencia de una atmósfera (en un planeta) o de techos de cristal (en un invernadero; aunque en realidad el cristal de un invernadero protege de la pérdida de calor más porque interrumpe la circulación del aire, que porque sea opaco a los rayos infrarrojos).
Es importante señalar que el efecto invernadero afecta a todos los cuerpos planetarios del sistemas solar dotados de atmósfera, porque aunque no todos los gases absorben radiación infrarroja, en ninguna de esas atmósfera faltan los que sí lo hacen. En la Tierra el efecto invernadero es responsable de un exceso de 33 °C de la temperatura superficial (15 °C de valor medio) sobre la temperatura de emisión (–18 °C), pero en Marte la diferencia es de tan sólo 3 °C y en Venus la diferencia alcanza los 466 °C.
El efecto invernadero es un fenómeno natural, pero la alusión frecuente a él en relación con el calentamiento global hace creer a algunos que es en sí indeseable, y una consecuencia reciente de la contaminación atmosférica. Hay que aclarar que el calentamiento no es atribuido a la simple existencia, sino al aumento del efecto invernadero por encima de sus valores anteriores. Además, la causación del clima y de su variación temporal depende de otros factores, aunque la comunidad científica general está considerando ahora que el calentamiento actual, cuya existencia misma algunos niegan, se debe en su mayor parte a esta causa.
Las experiencias internacionales en la temática de gestión de aguas, de cuencas y del ambiente indican una clara tendencia a reforzar las capacidades de gobernabilidad sobre territorios delimitados por razones naturales. El territorio de una cuenca es considerado, por varios motivos, como el más apropiado para este cometido. A nivel Internacional hay ya disponible una vasta red de información, referencias y caso exitosos de gestión por cuencas con diferentes propósitos. Las experiencias internacionales son referencias útiles pero en cada país se deberá establecer su viabilidad y forma de aplicación. El enfoque de gestión por cuencas se inició con la necesidad de gestionar el agua, en particular el uso múltiple de la misma y en controlar el efecto de los fenómenos hidrológicos extremos. Las cuencas inicialmente se tomaron como áreas de grandes inversiones en obras hidráulicas dirigidas a aumentar la oferta de agua, energía, navegabilidad y otros. Actualmente, en esta línea, los enfoques en boga son los de la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos. Paralelo a las corrientes de gestión de agua por cuencas se ha ido desarrollando y aplicando también enfoques de Manejo de cuencas o Manejo Integrado de cuencas. El manejo de cuencas es un tema que fue asociado inicialmente a controlar la captación del agua de una cuenca, luego a la protección y conservación de sus recursos y por último al mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.
Actualmente, los ecosistemas experimentan profundas transformaciones debidas a cambios en los usos del suelo y al cambio climático. Esta crisis se da tanto a nivel global como a escala local, manifestándose en la pérdida de recursos naturales, biodiversidad y capacidad de los ecosistemas de proveer servicios a la sociedad humana. Las amenazas actuales a la diversidad biológica no tienen precedente: nunca en la historia de la vida tantas especies habían estado amenazadas de extinción en un plazo de tiempo tan corto. La necesidad de gestión y conservación de la diversidad biológica es cada vez más urgente. Esta especialidad se ocupa de identificar e interpretar la diversidad biológica, de entender los efectos de las actividades humanas sobre las especies y ecosistemas, y de desarrollar métodos interdisciplinarios prácticos de gestión, protección y recuperación de la diversidad biológica, así como el manejo de nuevas problemáticas relacionadas con la expansión de organismos perjudiciales.
Esto supone la gestión de los recursos naturales biológicos, la conservación y gestión de la fauna y flora, el control biológico de plagas o la biología pesquera, entre de otros. La aplicación del estudio científico de la diversidad en la gestión ambiental, así como la viabilidad de los compromisos de los Estados en la conservación y gestión de sus recursos naturales, resultan ineludibles. Las personas que gestionan los ecosistemas pueden asimismo aprovechar, mejorar y gestionar los servicios ecosistémicos esenciales que proporciona la biodiversidad en favor de la producción sostenible. Ello se puede lograr mediante la aplicación de buenas prácticas que respeten enfoques basados en el ecosistema y que estén diseñadas para mejorar la sostenibilidad de los sistemas de producción.
El paradigma organizacional tradicional se centra exclusivamente en medir el impacto, la eficacia y la eficiencia a través de lo que se conoce como gestión por objetivos, con el fin de maximizar los resultados y el impacto en los mercados y las sociedades en los que opera la organización. Este modelo privilegia obtener lo que se quiere, o sea: el cumplimiento de los objetivos, lo que generalmente se logra desatendiendo el modo en que estos objetivos se alcanzan. La gestión por subjetivos se concentra, en cambio, en la forma en la que se alcanzan los objetivos y de qué modo se establecen los vínculos entre las personas y se conforma el pacto cultural dentro de la organización y de la sociedad para alcanzar aquello que nos hemos propuesto. Para aspirar a la creación de valor sostenible –que es el resultado de sumar diferentes dimensiones de creación de valor vinculadas tanto con lo político, como con lo económico, social y ambiental–, es imprescindible entonces que las organizaciones presten mucha atención a este “cómo”. Y que por ello, en su proceso de toma de decisiones, sumen a la ya tradicional y conocida gestión por objetivos, la gestión por subjetivos. Esto implica que una organización pueda alcanzar las metas y objetivos que se ha propuesto a través de sumarle a su proceso de toma de decisiones valores éticos, morales y ciudadanos que contribuyen no sólo a que aumenten los niveles de sostenibilidad de la organización, sino también de la sociedad en su conjunto.
Mientras que la gestión por objetivos está relacionada con el qué –los aspectos tangibles de la gestión–, la gestión por subjetivos está vinculada con el cómo: los aspectos vinculares e intangibles que siempre nos remiten a una dimensión espiritual. En el caso de una empresa, incorporar la gestión por subjetivos supone, entre muchas otras cosas, extender el concepto de la cadena de valor a una verdadera red de valor que atienda los requerimientos tanto de los accionistas como de los diferentes stakeholders –las personas u organizaciones que pueden afectar o ser afectados por la actividad de la organización–; y tener en cuenta tanto la calidad del producto y del servicio, como la calidad de las relaciones y los vínculos con el público interno, los proveedores, los clientes, la comunidad, el medioambiente, los gobiernos y la sociedad. La suma de ambas dimensiones da como resultado un modelo de gestión sostenible, que incide y se manifiesta en todos los niveles de la organización y en los impactos que ésta debe generar tanto en lo económico, como en lo político, lo social y ambiental.
El término greenwashing hace referencia a la acciones de marketing o relaciones públicas de marcas o compañías que promueven una engañosa percepción de que sus políticas y productos son amigables para el medioambiente. El término fue acuñado por el ambientalista estadounidense Jay Westerveld en un ensayo de 1986 acerca de las prácticas de la industria hotelera que promovían el reuso de las toallas para "salvar al medioambiente". Westerveld tomó nota de que, en la mayoría de los casos, había un escaso o nulo esfuerzo hacia el reciclado de los desechos por parte de estas instituciones. Para Westerveld el objetivo real de esta "campaña verde" era incrementar la ganancia.
El término se utiliza generalmente cuando se invierte más dinero o tiempo en el marketing de las acciones verdes que en las prácticas positivas para el medioambiente que se promocionan. Esto se observa habitualmente en la alteración de las etiquetas de producto para evocar el concepto de naturaleza o medioambiente - por ejemplo, poner una imagen de un bosque en una botella que contiene químicos nocivos -. Los ambientalistas suelen usar el término para referirse a las acciones de compañías energéticas en su mayor parte, que tradicionalmente son los más grandes contaminadores. Existen muchos casos de "lavado verde" por parte de empresas de todo tipo que apuntan a subirse a la corriente ambientalista de las últimas décadas a partir de iniciativas engañosas o vacías. Muchas organizaciones al mismo tiempo se encargan de develar estos engaños y hacerlos públicos.
La huella de carbono es un indicador ambiental que pretende reflejar “la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI)emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto”. Tal impacto ambiental es medido llevando a cabo un inventario de emisiones de GEI o un análisis de ciclo de vida según la tipología de huella, siguiendo normativas internacionales reconocidas, tales como ISO 14064, PAS 2050 o GHG Protocol entre otras. La huella de carbono se mide en masa de CO2 equivalente. Una vez conocido el tamaño y la huella, es posible implementar una estrategia de reducción y/o compensación de emisiones, a través de diferentes programas, públicos o privados.
Existe el mito que aún no están disponibles los estándares internacionales para medir o certificar la huella de carbono, o que el mercado internacional no se ha puesto de acuerdo en cuál estándar exigir a las empresas. Lo cierto es que sí existen estándares internacionales, y hay numerosas organizaciones certificadas en éstos. Diferentes estándares se pueden agrupar dependiendo si la certificación corresponde a una organización o a un producto:
• Huella de carbono de una organización. Se analizan las emisiones de GEI de una organización a lo largo de un año o periodo determinado, generando un inventario de las mismas. Los estándares más utilizados son: GHG Protocol e ISO 14064-1:2012
• Huella de carbono de productos o servicios. Se analizan todas las emisiones de GEI realizadas durante el Ciclo de Vida del producto o servicio analizado. Los estándares más utilizados son: PAS 2050:2011, ISO/TS 14067:2013, con el apoyo de ISO 14040 e ISO 14044 para la elaboración del Análisis de Ciclo de Vida.
La huella de carbono personal es una herramienta, que permite al individuo evaluar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Nacida bajo el liderazgo de Jean-Marc Jancovici, ha sido puesta en línea en 2007 por ADEME y el Clima Futures Association. Permite que cualquier persona pueda calcular con precisión las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas por sus acciones, y por lo tanto su participación en el calentamiento global en todos los ámbitos de su vida. La calculadora personal de la huella de carbono tiene todo en cuenta, "desde las compras de calzado a las vacaciones esquiando, pasando por la calefacción y la carne que se consume".
La huella hídrica o huella de agua se define como "métrica(s) que cuantifica(n) los impactos ambientales potenciales relacionados con el agua", de acuerdo con la Norma Internacional ISO 14046:2014,1 o también como el volumen total de agua dulce usado para producir los bienes y servicios producidos por una empresa, o consumidos por un individuo o comunidad. El uso de agua se mide en el volumen de agua consumida, evaporada o contaminada, ya sea por unidad de tiempo para individuos y comunidades, o por unidad de masa para empresas. La huella de agua se puede calcular para cualquier grupo definido de consumidores (por ejemplo, individuos, familias, pueblos, ciudades, provincias, estados o naciones) o productores (por ejemplo, organismos públicos, empresas privadas o el sector económico).
La huella de agua es un indicador geográfico explícito, que no solo muestra volúmenes de uso y contaminación de agua, sino también las ubicaciones. Sin embargo, la huella de agua no proporciona información sobre cómo el agua consumida afecta positiva o negativamente a los recursos locales de agua, los ecosistemas y los medios de subsistencia. La huella hídrica de China es alrededor de 700 metros cúbicos por año per capita. Solo cerca del 7% de la huella hídrica de China proviene de fuera de China. Japón tiene una huella hídrica total de 1150 metros cúbicos por año per capita, alrededor del 65% de esta huella proviene de exterior del país. La huella hídrica de EEUU es 2.500 metros cúbicos por año per capita.
Se entiende por impacto ambiental el efecto que produce una determinada acción humana sobre el medio ambiente en sus distintos aspectos. El concepto puede extenderse, con poca utilidad, a los efectos de un fenómeno natural catastrófico. Técnicamente, es la alteración de la línea de base, debido a la acción antrópica o a eventos naturales. Las acciones humanas, motivadas por la consecución de diversos fines, provocan efectos colaterales sobre el medio natural o social. Mientras los efectos perseguidos suelen ser positivos, al menos para quienes promueven la actuación, los efectos secundarios pueden ser positivos y, más a menudo, negativos. La evaluación de impacto ambiental (EIA) es el análisis de las consecuencias predecibles de la acción; y la Declaración de Impacto ambiental (DIA) es la comunicación previa, que las leyes ambientales exigen bajo ciertos supuestos, de las consecuencias ambientales predichas por la evaluación.
La preocupación por los efectos de las acciones humanas surgió en el marco de un movimiento, el conservacionista, en cuyo origen está la preocupación por la naturaleza silvestre. Progresivamente esta preocupación se fundió con la igualmente antigua por la salud y el bienestar humanos, afectados a menudo negativamente por el desarrollo económico y urbano; ahora nos referimos a esta dimensión como medio social.
La mayor parte de la energía utilizada en los diferentes países proviene del petróleo y del gas natural. La contaminación de los mares con petróleo es un problema que preocupa desde hace muchos años a los países marítimos, sean o no productores de petróleo, así como a las empresas industriales vinculadas a la explotación y comercio de este producto. Desde entonces, se han tomado enormes previsiones técnicas y legales internacionales para evitar o disminuir la ocurrencia de estos problemas. Los derrames de petróleo en los mares, ríos y lagos producen contaminación ambiental: daños a la fauna marina y aves, vegetación y aguas. Además, perjudican la pesca y las actividades recreativas de las playas. Se ha descubierto que pese a la volatilidad de los hidrocarburos, sus características de persistencia y toxicidad continúan teniendo efectos fatales debajo del agua. Pero, no son los derrames por accidentes en los tanqueros o barcos que transportan el petróleo, en alta mar o cercanía de las costas, los únicos causantes de la contaminación oceánica con hidrocarburos.
La mayor proporción de la contaminación proviene del petróleo industrial y motriz, el aceite quemado que llega hasta los océanos a través de los ríos y quebradas. Se estima que en escala mundial, 3.500 millones de litros de petróleo usado entran en ríos y océanos y 5.000 millones de litros de petróleo crudo o de sus derivados son derramados. Los productos de desechos gaseosos expulsados en las refinerías ocasionan la alteración, no sólo de la atmósfera, sino también de las aguas, tierra, vegetación, aves y otros animales. Uno de los contaminantes gaseosos más nocivo es el dióxido de azufre, daña los pulmones y otras partes del sistema respiratorio. Es un irritante de los ojos y de la piel, e incluso llega a destruir el esmalte de los dientes.
Durante décadas, la mayoría de las empresas han orientado sus estrategias hacia la maximización del retorno total de los accionistas o TSR (del inglés, Total Shareholder Return). Este enfoque, crea compañías de alto rendimiento, que producen los bienes y servicios que la sociedad necesita y que impulsan el crecimiento económico en todo el mundo. De acuerdo con este punto de vista, los esfuerzos explícitos para abordar los desafíos sociales, incluidos los creados por la propia actividad empresarial, se dejan en manos del gobierno y las ONG. Ahora, sin embargo, los líderes corporativos están reconsiderando el papel de las empresas en la sociedad. Varias tendencias están detrás del cambio. En primer lugar, las partes interesadas, incluidos los empleados, los clientes y los gobiernos, para que desempeñen un papel más destacado al abordar desafíos críticos como la inclusión económica y el cambio climático. En particular, se reconoce que el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas no será posible sin la participación del sector privado. En segundo lugar, los inversores se están centrando cada vez más en las prácticas sociales y medioambientales de las empresas a medida que crece la evidencia de que el rendimiento en esas áreas afecta el rendimiento a largo plazo. En tercer lugar, se están desarrollando normas para las que los temas ambientales, sociales y de gobernanza (del inglés, Environmental, Social and Governance o ESG) sean materialmente financieros para la industria.
A medida que estas tendencias ganan impulso, las empresas necesitan agregar una lente al entorno estratégico, una que considere lo que llamamos Impacto Social Total o TSI (del inglés, Total Social Impact). TSI es el beneficio total para la sociedad de los productos, servicios, operaciones, capacidades básicas y actividades de una compañía. La forma más poderosa y desafiante de mejorar el TSI es aprovechar el negocio principal, un enfoque que genera iniciativas escalables y sostenibles. Si se ejecuta correctamente, este enfoque mejora el TSR a largo plazo, reduciendo el riesgo de eventos negativos y abriendo nuevas oportunidades. Al final, tal enfoque permite a la compañía sobrevivir y prosperar.
La evidencia del poder de este enfoque está aumentando. Gran parte de la investigación hasta la fecha se ha enfocado en demostrar el vínculo entre el desempeño total de ESG de una compañía y su desempeño financiero. Sin embargo, los CEO afirman que no está claro dónde deben poner su energía. ¿Qué áreas de su industria brindan las mejores oportunidades para crear beneficios sociales y beneficios financieros? Para ayudar a responder esa pregunta, el Boston Consulting Group identificó el vínculo entre los temas individuales de ESG y las finanzas en industrias específicas. Su estudio abarcó cinco industrias: bienes de consumo envasados, productos biofarmacéuticos, petróleo y gas, banca minorista y comercial, y tecnología.
El Bienestar de las Naciones aborda indicadores de bienestar humano con otros de sostenibilidad ambiental a fin de generar una imagen más representativa del estado actual del mundo. Este análisis se aplicó a 180 países, con el fin de promover mejores niveles de bienestar humano y ecosistémico demostrando el potencial del método de Valoración de Bienestar, y motivar a los países a tener en cuenta sus propias valoraciones de bienestar. El método de Valoración de Bienestar es un método de medir la sostenibilidad, dando a las personas y a los ecosistemas el mismo peso. Este método permite decidir entre los principales aspectos de bienestar humano y ecosistémico a ser medidos. A su vez, permite escoger los indicadores más representativos de dichos aspectos. En un índice de bienestar humano(IBH), el autor combina 36 indicadores de salud, población, riqueza, educación, comunicación, libertad, paz, crimen y equidad y, en un índice de bienestar del ecosistema (IBE), combina 51 indicadores de salud de la tierra, áreas protegidas, calidad del agua, suministro de agua, atmósfera global, calidad del aire, diversidad de especies, uso de energía y presiones sobre recursos. Ambos índices se combinan posteriormente en un índice de bienestar/estrés (IBESS) que mide la cantidad de bienestar humano que un país obtiene por la cantidad de estrés que ejerce sobre el medio ambiente.
Índice de Bienestar Humano(IBH): Mide Salud y Población; Bienestar de los Hogares y de la Nación; Conocimiento y Cultura; Comunidad (Libertad, Gobierno, Paz y Orden; Igualdad (Hogares y Género)
Índice de Bienestar del Ecosistema(IBE): Tierra (Diversidad y Calidad); Agua (Tierra y Mar); Aire (Calidad de Aire Local y Atmósfera Global) Especies y Genes (Diversidad Salvaje y Doméstica); Uso de Recursos (Energía, Materiales, y Sectores de Recursos)
Indice de Bienestar (IB): Es el punto en el Barómetro de Sostenibilidad donde el Índice de bienestar Humano y el Índice de Bienestar del Ecosistema se interceptan. Muestra que tan bien las sociedades combinan el bienestar humano y ecosistémico y por lo tanto que tan cerca están de la sostenibilidad
Índice De Bienestar/Estrés(IBESS): Es la razón entre el bienestar humano y el estrés en el ecosistema (contrario al bienestar del ecosistema). Revela que tanto daño le hace una sociedad al ambiente, para su nivel de desarrollo
Los índices de sostenibilidad son indicadores bursátiles cuyos integrantes, empresas cotizadas de todo el mundo, acreditan la gestión responsable a través de prácticas avanzadas en las distintas facetas que constituyen la sostenibilidad y la responsabilidad corporativa. Una vez superado un riguroso proceso de análisis y selección, estos índices incorporan únicamente a aquellas sociedades que toman decisiones no sólo basadas en criterios financieros, sino también sociales y medioambientales.
En la Guía para la sostenibilidad corporativa del programa Global Compact, la ONU afirma que una empresa debe asegurar cinco aspectos para ser sostenible:
1. Actuar de manera responsable, conforme a los principios universales;
2. Dinamizar acciones que apoyen a la sociedad;
3. Comprometerse con la sostenibilidad de los cimientos de una empresa al nivel más elevado;
4. Publicar informes anuales de tus logros y esfuerzos;
5. Alentar una implicación con las comunidades locales de las que forma parte.
Estos índices se han convertido en una referencia para numerosas empresas, conscientes de la importancia de la responsabilidad social corporativa, y también son tenidos en cuenta por inversores institucionales que, entre sus criterios de inversión, valoran a aquellas compañías que incorporan este tipo de políticas que combinan el éxito económico con el desarrollo sostenible. Desde su lanzamiento en 1998, el Dow Jones Sustainability Indexes (DJSI) es uno de los principales exponentes de una corriente denominada "inversión sostenible". Se trata del índice con mayor capital invertido referencial, con cerca de 6.000 millones de dólares. El índice general recoge, de entre las 2.500 compañías más grandes del mundo, a aquellas que cumplen de forma habitual con una serie de requisitos económicos, medioambientales y sociales. Este índice se revisa una vez al año, en septiembre. El FTSE4 Good engloba a las empresas que cumplan con estos requisitos: trabajar por una sostenibilidad medioambiental; desarrollar relaciones positivas con las partes interesadas; y defender y apoyar los derechos humanos universales. Este índice no incorpora valores que estén relacionados con el tabaco, el armamento o la energía nuclear.
Los recursos financieros actualmente disponibles son insuficientes para cumplir el compromiso de frenar la pérdida de biodiversidad. En consecuencia, se pone en riesgo el funcionamiento de los ecosistemas, y por tanto la provisión de bienes y servicios que son necesarios para mantener, aumentar y extender el bienestar humano, así como para el funcionamiento de nuestro sistema productivo. Los gobiernos deben incrementar los recursos financieros para garantizar el cumplimiento de la legislación ambiental y el mantenimiento de la biodiversidad. No obstante, es necesario incorporar instrumentos financieros que permitan capturar recursos complementarios a los presupuestos públicos ordinarios, que procedan bien de los beneficiarios directos de los servicios que suministra la biodiversidad, o bien de aquellas empresas o ciudadanos que deseen comprometer sus recursos privados en acciones de conservación.
La inversión socialmente responsable (ISR) es una disciplina de inversión que tiene en cuenta criterios medioambientales, sociales y de gobernanza empresarial (ESG) para generar rendimientos financieros competitivos a largo plazo e impacto social positivo. Invertir de manera sostenible significa incluir aspectos “al margen de lo financiero” en la toma de decisiones de inversión, tomando como referencia factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (criterios ESG por sus siglas en inglés Environmental, Social, and Governance).
A finales de los años 60, la oposición a la guerra de Vietnam llevó a los estudiantes a exigir que las carteras de inversión de sus universidades dejasen de invertir en empresas militares. Podríamos considerar que ese es el punto de partida desde el cual se originó el interés por los criterios a seguir en la búsqueda de una inversión ética. El movimiento moderno por la inversión sostenible comenzó a ganar terreno a finales de los años 90 con el desarrollo de la inversión socialmente responsable, que buscaba captar ese interés por invertir siguiendo criterios de carácter ético.
En 1999, se lanzó el Dow Jones Sustainability Index, el primer índice mundial que sigue criterios de sostenibilidad, lo que supuso un gran paso en la inversión sostenible. Pero el verdadero punto de inflexión se produjo cuando, en 2005, la ONU presentó sus Principios para la Inversión Responsable (UNPRI). Esta iniciativa surge de una red internacional de inversores que redactaron seis principios con el objetivo de ayudar a participantes del mercado a comprender los efectos de la sostenibilidad e integrar estos asuntos en sus decisiones sobre inversiones.
La lluvia ácida se forma cuando la humedad en el aire se combina con los óxidos de nitrógeno y el dióxido de azufre emitidos por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que queman carbón o productos derivados del petróleo. En interacción con el vapor de agua, estos gases forman ácido sulfúrico y ácidos nítricos. Finalmente, estas sustancias químicas caen a la tierra acompañando a las precipitaciones, constituyendo la lluvia ácida. Los contaminantes atmosféricos primarios que dan origen a la lluvia ácida pueden recorrer grandes distancias, siendo trasladados por los vientos cientos o miles de kilómetros antes de precipitar en forma de rocío, lluvia, llovizna, granizo, nieve, niebla o neblina. Cuando la precipitación se produce, puede provocar importantes deterioros en el ambiente. La lluvia normalmente presenta un pH de aproximadamente 5.65 (ligeramente ácido), debido a la presencia del CO2 atmosférico, que forma ácido carbónico, H2CO3. Se considera lluvia ácida si presenta un pH de menos de 5 y puede alcanzar el pH del vinagre (pH 3). Estos valores de pH se alcanzan por la presencia de ácidos como el ácido sulfúrico, H2SO4, y el ácido nítrico, HNO3. Estos ácidos se forman a partir del dióxido de azufre, SO2, y el monóxido de nitrógeno que se convierten en ácidos. Los hidrocarburos y el carbón usados como fuente de energía, en grandes cantidades, pueden también producir óxidos de azufre y nitrógeno y el dióxido de azufre emitidos por fábricas, centrales eléctricas y vehículos que queman carbón o productos derivados del petróleo.
El aumento de la conciencia ecológica ha puesto de moda el marketing verde. Aunque hay muchos ejemplos de marketing verde legítimo, a menudo se usa como una forma de lavado de imagen o greenwashing. Esto tiene consecuencias negativas en cuanto confunde al consumidor, y crea escepticismo hacia afirmaciones medioambientales. Hay cada vez más organismos que vigilan y denuncian estas prácticas. De acuerdo con la American Marketing Association, el marketing verde es la promoción de productos que se presumen como seguros para el medioambiente. El marketing verde incorpora un amplio espectro de actividades, incluyendo modificación de productos, cambios en los procesos de producción, en el empaquetado, y también en la publicidad. Otros términos similares son Marketing Ambiental o Marketing Ecológico. Esta práctica puede ser tanto positiva y genuina como parte de esfuerzos coherentes e integrales por disminuir el impacto ecológico de una empresa, como también negativa y engañosa, intentando construir una imagen amigable con el medioambiente a partir de recursos de la publicidad que poco tienen que ver con la verdadera gestión corporativa.
Vladimir Ivanovich Vernadsky elaboró la teoría de la noosfera como contribución esencial al cosmismo ruso. En la teoría original de Vernadsky, la noosfera es la tercera de una sucesión de fases del desarrollo de la Tierra, después de la geosfera (materia inanimada) y la biosfera (vida biológica). Tal como la emergencia de la vida ha transformado fundamentalmente la geosfera, la emergencia de la cognición humana transforma la biosfera. En contraste con las concepciones de los teóricos de Gaia o de los promotores del ciberespacio, la noosfera de Vernadsky emerge en el punto en donde el género humano, mediante la maestría en los procesos nucleares, empieza a crear recursos mediante la transmutación de elementos. La teoría de la Noosfera sería recogida más tarde por el teólogo cristiano Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Teilhard explica la noosfera como un espacio virtual en el que se da el nacimiento de la psíquis (noogénesis), un lugar donde ocurren todos los fenómenos (patológicos y normales) del pensamiento y la inteligencia. Para Teilhard, la evolución tiene igualmente 3 fases o etapas: la geosfera (o evolución geológica), la biosfera (o evolución biológica), la noosfera (o evolución de la conciencia universal). Esta última, conducida por la humanidad, alcanzará la última etapa de la evolución en la cristósfera. También entiéndase que la noosfera es el estrato que conduce la energía liberada en el acto del pensamiento. Está a la altura de las cabezas humanas interconectando toda la energía del pensamiento y generando la conciencia universal. «Creo que el Universo es una Evolución. Creo que la Evolución va hacia el Espíritu. Creo que el Espíritu se realiza en algo personal. Creo que lo Personal supremo es el Cristo Universal». Pierre Teilhard de Chardin
La Organización Internacional de Normalización (originalmente en inglés: International Organization for Standardization, conocida por las siglas ISO) es una organización para la creación de estándares internacionales compuesta por diversas organizaciones nacionales de estandarización. Fundada en 1947, la organización promueve el uso de estándares industriales y comerciales a nivel mundial. Su sede está en Ginebra (Suiza) y hasta 2015 trabajaba en 196 países. Fue una de las primeras organizaciones a las que se le concedió estatus consultivo general en el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas.
La Organización Internacional de Estandarización (ISO) es una organización independiente y no-gubernamental formada por las organizaciones de estandarización de sus 196 países miembros. Es el mayor desarrollador mundial de estándares internacionales voluntarios y facilita el comercio mundial al proporcionar estándares comunes entre países. Se han establecido cerca de veinte mil estándares cubriendo desde productos manufacturados y tecnología a seguridad alimenticia, agricultura y sanidad. El uso de estándares facilita la creación de productos y servicios que sean seguros, fiables y de calidad. Los estándares ayudan a los negocios a aumentar la productividad a la vez que minimizan los errores y el gasto. Al permitir comparar directamente productos de diferentes fabricantes, facilita que nuevas compañías puedan entrar en nuevos mercados y ayudar en el desarrollo de un comercio global con bases justas. Los estándares también sirven para proteger a los consumidores y usuarios finales de productos y servicios, asegurando que los productos certificados se ajusten a los mínimos estandarizados internacionalmente. Tanto el nombre "ISO" como el logo son marcas registradas, y su uso está restringido.
Normas ISO 14001
Tras el éxito de la serie de normas ISO 9000 para sistemas de gestión de la calidad, en 1996 se empezó a publicar la serie de normas ISO 14000 de gestión ambiental.
La norma ISO 14001 es una norma internacionalmente aceptada que expresa cómo establecer un sistema de gestión ambiental (SGA) efectivo. Está diseñada para conseguir un equilibrio entre el mantenimiento de la rentabilidad y la reducción de los impactos en el medio ambiente y, con el apoyo de las organizaciones, es posible alcanzar ambos objetivos.
La norma ISO 14001 apunta a cualquier organización, de cualquier tamaño o sector, que esté buscando una mejora de los impactos medioambientales y cumplir con la legislación en materia de medio ambiente.
Mucho se ha escrito en esta última década acerca de la responsabilidad social de las organizaciones y del rol de los ciudadanos en una sociedad globalizada. Pero muy poco es lo que se ha dicho acerca del “desarrollo insostenible”, que en verdad es el paradigma que ha caracterizado nuestro comportamiento de los últimos 50 años. Porque de la misma forma que si en nuestro proceso de toma de decisiones aplicamos la agenda de la sostenibilidad lograremos crear valor sostenible en el tiempo, si vamos en el sentido contrario inexorablemente lo único que haremos será destruir valor y valores. Pero, ¿de qué más hablamos cuando hacemos referencia al paradigma de la insostenibilidad?
Fundamentalmente, hablamos de “las formas insostenibles de desarrollo humano”, que no son otra cosa más que cortar la rama en la que estamos sentados, quemar las puertas y ventanas de nuestra casa para calentarnos, vivir del capital y no de los intereses, y robarles el futuro a los que están por venir. Lamentablemente, en la actualidad muchos países se están enfrentando con un nuevo problema que son las democracias fallidas: aquellas ejercidas por gobiernos que han resumido las prácticas democráticas al acto eleccionario, corrompiendo a una parte importante de la ciudadanía mediante el clientelismo con el fin de alcanzar los votos necesarios para lograr la reelección indefinida. Pseudo democracias en las que en el ámbito político no se respeta la Constitución, la República, el federalismo ni la autonomía de los tres poderes; en las que los jueces no son independientes, sino que responden a los intereses del poder ejecutivo y del partido gobernante, y en las que predomina un avance permanente del gobierno sobre las libertades individuales y un avasallamiento de los derechos de las minorías, que son la base del espíritu democrático. Las mismas que desde una retórica supuestamente progresista utilizan las audiencias públicas y otros instrumentos vinculados con la democracia participativa como meros mecanismos demagógicos, sin incorporar jamás lo vinculante con el resultado de estos procesos, destruyendo de esta forma la confianza que la ciudadanía deposita en sus gobernantes y el capital social.
En el ámbito social, estos gobiernos promueven asimismo el desmantelamiento del sector social porque consideran a las organizaciones que lo conforman como competidoras ya que, a través de un accionar eficiente y eficaz para la solución de los problemas que aquejan a las poblaciones que atienden a diario, éstas les quitan a sus clientes naturales que son los votantes, especialmente a aquellos que están más excluidos del sistema e integran de los grupos de riesgo. Gobiernos que ignoran también la necesidad de propiciar el cuidado, la cultura de paz y la dignidad humana. En definitiva, gobiernos que no respetan ningún límite y que no dudan en defender los privilegios de unos pocos a costa del bienestar de la sociedad en su conjunto. En el ejercicio del poder la insostenibilidad se evidencia actuando desde un paradigma de verticalidad, haciendo todo lo posible para evitar la gobernabilidad, cuya base es el codiseño y la cogestión con los diferentes actores sociales que conforman la comunidad (común- unidad), manipulando la ley, ignorando el estado de derecho, la legitimidad y la importancia de la valoración externa. Promoviendo el nepotismo, el acomodo y la corrupción, y fomentando para ello una cultura en la que la ciudadanía no participa ni es activa y que solo ocupa un lugar de espectador pasivo. Impidiendo la transparencia, negando el libre acceso a la información de los actos de gobierno y evadiendo la rendición de cuentas, lo que trae como consecuencia la desigualdad de acceso a las oportunidades, la inequidad, y la exclusión. Alentando de esta forma el enfrentamiento, la intolerancia y la discriminación, y diciéndole una vez más no al pluralismo y al diálogo, base de la cultura democrática.
Sin embargo, cuando hablamos de todos estos temas no podemos dejar de tener en cuenta la enorme responsabilidad del resto de los actores de la sociedad que son funcionales al modelo, como por ejemplo los políticos de la oposición, que no cumplen ni respetan el mandato para el que fueron elegidos. Aquellos que votan a favor de medidas que claramente están en contra de las convicciones políticas que los llevaron a ocupar una determinada banca en el Senado, la Cámara de Diputados o en la función pública, sin importarles traicionar a sus votantes o demostrar su integridad y respetar su honestidad moral e intelectual. En el mismo estamento pueden ubicarse a los dirigentes de cámaras empresariales y empresarios que siguen enriqueciéndose a costa de corromper al sector público mediante prebendas que consiguen para provecho propio y en detrimento del resto de la sociedad. Tan fuertemente ha echado sus raíces el paradigma de la insostenibilidad en el plano económico en la cultura actual, que en nuestro país son cada día más los que consideran que los ejecutivos que trabajan en el sector privado, los empresarios y los banqueros argentinos son parte del problema y no de la solución.
Para gran parte de la opinión pública, todos ellos conforman una nueva categoría que es el homo economicus, un individuo que solo piensa en lo que le conviene y mide todo en términos de resultados económicos, eficiencia y eficacia para ganar cada día más dinero, sin importar mucho la forma en la que lo logra ni las consecuencias de su accionar en el largo plazo, y muchas veces actuando fuera del marco de la ley con el fin de maximizar sus beneficios. En cuanto a las empresas, es evidente que los parámetros con los que han sido gestionadas hasta la fecha deben cambiar. De las 100 economías más grandes del mundo 51 son empresas privadas, de ahí su enorme peso e influencia en el contexto mundial y la responsabilidad de contribuir fuertemente a la creación de capital social más allá de la creación de valor económico que es su principal foco de acción. Mucho se ha hablado en estos últimos 20 años acerca de la responsabilidad social empresaria y mucho es también lo que se ha logrado en esta materia, sin embargo, quedan todavía varias asignaturas pendientes por resolver. Es verdad que todos somos responsables de lo que nos pasa como sociedad, especialmente aquellos que con su voto convalidan el accionar de los gobernantes que se encuentran hoy en el ejercicio del poder. Pero también es cierto que, de acuerdo con nuestro grado de acceso histórico a las oportunidades y a los privilegios, algunos somos más responsables que otros.
Las denominaciones Partido Verde y Los Verdes hacen referencia principalmente a partidos políticos de tendencia ecologista. Estos partidos están más presentes en Europa que en otras zonas del mundo. Esta es una lista de partidos con dichos nombres u otros parecidos, de ideología ecologista.
Europa
Partido Verde Europeo
Alemania
Alianza 90/Los Verdes: partido político alemán, miembro del Partido Verde Europeo.
Austria
Los Verdes: partido político austríaco miembro del Partido Verde Europeo.
Bélgica
Ecolo: partido político belga del estado de Valonia[1].
Groen!: partido político belga del estado de Flandes[2].
Bulgaria
Partido Verde de Bulgaria
España
Confederación de Los Verdes: Confederación estatal de partidos verdes, miembro del Partido Verde Europeo (European Greens).
Iniciativa per Catalunya Verds: partido político catalán, miembro del Partido Verde Europeo (European Greens).
Además, existen varios partidos o iniciativas que no son miembros del Partido Verde Europeo (European Greens) ni de la Confederación de Los Verdes, como:
PACMA partido estatal.
Los Verdes-Grupo Verde partido estatal.
Coordinadora Verde: espacio de confluencia para refundar la Ecología política en España.
Finlandia
Alianza Verde: partido político finés miembro del Partido Verde Europeo.
Francia
Los Verdes: partido político francés miembro del Partido Verde Europeo.
Coalición Europe Écologie.
Holanda
De Groenen : partido político holandés.
GroenLinks : partido político holandés.
Irlanda
Partido Verde (Irlanda): partido político irlandés.
Italia
Federación de Los Verdes: partido político italiano.
Portugal
Os Verdes-Portugal: partido político portugués.
Reino Unido
Los Verdes de Inglaterra y Gales: partido político del Reino Unido.
Suecia
Partido de Los Verdes: partido político sueco.
Suiza
Los Verdes: partido político suizo miembro del Partido Verde Europeo.
América
Argentina
Partido Verde (Argentina): partido político argentino.
Bolivia
Partido Verde (Bolivia)
Brasil
Partido Verde (Brasil): partido político brasileño.
Canadá
Partido Verde de Quebec: partido político canadiense.
Chile
Partido Ecologista de Chile: partido político chileno.
Colombia
Partido Verde: partido político colombiano.
Estados Unidos
Partido Verde (Estados Unidos): partido político estadounidense.
México
Partido Verde Ecologista de México: partido político.
Paraguay
Partido Revolucionario Febrerista: partido político paraguayo.
Venezuela
Movimiento Ecológico de Venezuela: partido político venezolano.
Oceanía
Nueva Zelanda
Partido Verde de Aotearoa.
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